sábado, 12 de marzo de 2011

El nadador de Elmgreen & Dragset

Sara Fuentes
Elmgreen & Dragset
Amigos
Hasta el 05/03/2011 en Galería Helga de Alvear


Elmgreen & Dragset explican en la entrevista que publica la revista Shangay –la publicación más leída del ámbito LGTB nacional- , que el impulso de transformar en sauna gay el espacio de la Helga de Alvear, partió de la propia galería. De manera despreocupada y seductora, los artistas comentan que accedieron encantados, ya que observaron que el suelo de la galería era sorprendentemente análogo al de una sauna.
El artículo de la Shangay recibe al visitante, clavado con chinchetas en el tablón de anuncios. El viaje al interior del espacio reservado al sexo del hombre gay (que despierta igual cantidad de temor y de morbo) se prevé, por lo tanto, alegre y superficial. Una travesía sin sobresaltos entre decorados y atrezzo donde no huele a vapor o a cuerpos que transpirasen.

En el mostrador, el encargado de la sauna entregaría al cliente una toalla, sandalias y la ficha de la taquilla. El cliente atravesaría una cortina de cadenitas metálicas (cuyo ruido y simbología parecen despertar los sentidos) y se sentaría para desvestirse. Sus pertenencias quedarían guardadas bajo llave y el cliente accedería a la gran sala de sauna cubierto sólo con la toalla. En el vestuario la presencia de espejos y secadores de pelo, alude al legendario narcisismo homosexual.

Elmgreen & Dragset han dispuesto algunos trabajos que fragmentan la anatomía masculina de la escultura griega antigua, ampliándola y multiplicándola, dando lugar a un friso de aire pop, de pliegues inglinales, curvas praxitélicas, torsos y glúteos. Un aperitivo de belleza idealizada y grácil, tras el que encaminarse a la gran sauna.

La puerta, abierta a medias, permite distinguir la luz morada del interior. Ambas invitan a la participación visual –el voyeurismo- y a una participación más experiencial. Las proporciones, la cualidad del espacio arquitectónico son magníficas. Sentado en el banco del fondo, imaginas estar en un ágora, en un templo, en un paraíso terrenal. Un territorio seguro, como podría serlo una clínica suiza o una galería de fuste. Un espacio que ayudaría a la experiencia estética de lo sublime.

A la izquierda, dos urinarios enlazan el desagüe de acero en una suerte de lazo que recuerda a los adornos de boda y celebraciones. Ironiza sobre la promiscuidad, el compromiso y el romanticismo de los encuentros casuales. El objeto icónico duchampiano (aunque el urinario no esté invertido) se aproxima a la obra de Jeff Koons, eternamente festiva.

Sin embargo, el gran protagonista de la sauna es la escultura del semidios, quizás un héroe, en mármol blanco, a gran escala. Apuesto y vigoroso, dormita recostado, encarnando la imagen inequívoca de la indolencia y el placer. Su mano izquierda, detenida con elegancia en el aire, se conecta por medio de un apósito y una vía intravenosa a un gotero del que pende una bolsa de plasma. La visión romanticista del VIH nos sobrecoge.

Cerca del héroe dormido, un biombo dirige al cliente a una sala cuya puerta permanece cerrada. Quizás sugiera un reservado, un espacio de dimensiones reducidas que nunca falta en la sauna. Y muy cerca, los jeans en el suelo ayudan al espectador a reparar en el tipo de biombo del que se trata: un soporte de glory holes. Es un templo (glorioso) de placer.

La última dependencia es un solarium con piscina. El cúlmen del hedonismo y otro de los grandes mitos gays. El escenario elegido por Elmgreen & Dragset para el desenlace dramático.
Parece que hasta hace muy poco, un hombre estuvo leyendo en una de las dos tumbonas (dispuestas como para una pareja), El color prohibido de Mishima, y al recostarse, desordenó las toallas. En cambio, las toallas de la otra tumbona permanecen intactas. ¿A quién esperaba?

Y semihundido en la piscina, un hombre pulcramente vestido yace boca abajo ocultando su rostro. Los detalles de la narración están sabiamente elegidos. Es el retrato del hombre blanco gay de éxito y porvenir brillante. Corpulento, alto, de cabello rubio, alredor de 50 años, con elevado poder adquisitivo y gusto refinado. Un hombre sistemático y tenaz, a juzgar por la escrupulosidad con la que dispuso sus zapatos en el bordillo y dobló sus calcetines antes de suicidarse.

Sin embargo, como todos sabemos, el cadáver es reciclado. Comenzó a ahogarse en una piscina privada en Venecia y ahora hace lo propio en Madrid. ¿Quién sabe a qué otra piscina se dirige? Quizás intenta regresar a la piscina de su hogar, probablemente, Berlín. Es posible que se trate del nadador del magnífico relato de John Cheever (interpretado en el cine por Burt Lancaster –uno de los grandes iconos LGTB de Hollywood-). Elmgreen & Dragset creen en la existencia de una hilera de piscinas, en una corriente casi subterránea que recorre, no el condado, sino la sociedad contemporánea, en la que
el espacio de la población gay es un territorio asfixiado por la banalidad, el cliché y el consumo, que produce alienación, dolor y desasosiego.

El narciso insensible e insolentemente joven, vestido con mini-shorts y camiseta, el efebo -objeto universal de deseo del ambiente-, luce palmito en los muros del solarium. El nido y las sandalias pequeñas que hallamos en el vestuario, le implican en el drama. ¿Fue su abandono lo que precipitó al amante al suicidio? ¿O quizás el efebo le ahogó?
No hay respuesta posible, aunque Mishima y Winckelmann entenderían.

jueves, 3 de marzo de 2011

ELMGREEN & DRAGSET LLEVAN UN CUERPO A CUESTAS

FRIENDS
Elmgreen & Dragset, 2011. 20 de Enero - 5 de Marzo
Galeria Helga de Alvear, Madrid

ELMGREEN & DRAGSET LLEVAN UN CUERPO A CUESTAS
Virginia Lázaro Villa


El grupo de San Ildefonso, formado por Orestes y Pílades y expuesto en el Museo Nacional del Prado, es quien ilustra la publicidad de esta exposición. Pareja mítica recordada por haber mantenido entre ellos una estrecha relación, suelen ser presentados como modelo de amistad, y  en muchos casos, como relación homosexual. Orestes y Pílades se encuentran aquí retratados ofreciendo un sacrificio por haber vuelto de la Táuride con la imagen de Artemisa, estatuilla que debería aparecer en la parte izquierda de la pieza, pero que parece haber sido borrada con trucos tecnológicos. Sin estatuilla, a Orestes y Pílades solo les queda su amistad, y bajo las letras de neón rosa que lo acompañan, ya no da pie a dudas.

Esta imagen de los jóvenes iluminados con neón nos hace sospechar, más bien parece el flyer de un local gay (con todo lo que esta palabra implica) un tanto chic, o por ejemplo, el que anunciaría un evento homosexual en una galería de arte. Entramos, y tal y como prometía el flyer, nos encontramos en otro lugar, estamos dentro de una sauna: dentro de la sauna Amigos. Ante nosotros, la recepción y pasada ésta, un vestuario lleno de objetos que  describen a dos personajes que suponemos dentro de la sauna. Observamos los rastros que han dejado y podemos identificar tópicos asociados a distintas tipologías creadas en torno del homosexual – casi podemos imaginar a los sujetos en cuestión. Avanzamos, y llegamos a la sauna propiamente dicha. En esta habitación se encuentra la recreación un tanto libre del mobiliario y en el centro, una vaciado de lo mas kitsch representando a un adonis, aparentemente en pleno descanso, totalmente relajado y confiado, recibiendo una transfusión de sangre. Miramos su rostro y su postura laxa y parece acusar falta de energía, la languidez más absoluta, incluso enfermedad. No será ésta la única referencia a esculturas clásicas, a lo largo de todas las salas encontramos imágenes de efebos de mármol vestidos con ajustadas camisetas de lo más actuales, que los hacen parecer cualquier chico que pudiéramos cruzarnos por la calle.

Por terminar, la última de las estancias recrea una piscina y en ella, un cadáver. El mismo cadáver que pudimos ver hace dos años en la 53 edición de la bienal de Venecia, donde Elmgreen & Dragset fueron artistas y comisarios (al mismo tiempo, por si no parecía posible) de los pabellones danes y nórdico, los que por primera vez en la historia de la bienal contaron con un proyecto común. En aquella ocasión presentaron la instalación “The Collectors”, con la que convirtieron el pabellón nórdico en la casa de un adinerado homosexual, el cual, se encontraba muerto, ahogado, en la piscina de la mansión colocada en el exterior del pabellón. El mismísimo muerto con el que nos encontramos aquí hoy, otra vez, y que aun a riesgo de parecer recurrente, Elmgreen & Dragset han hecho girar por diferentes salas de exposiciones obligándonos a encontrarnos de nuevo con él. Un tipo que murió ahogado en su casa y que muere ahora de la misma manera en una sauna gay dentro de Helga de Alvear.

Que sensación mas extraña de Déjà vu, que ya no me deja pensar este muerto sin aquel.
¿un suicidio o un asesinato? se preguntan. Que más da…, en cualquier caso muertes públicas, un actor (o más bien, muñeco que hace de doble) y una escenografía, otra puesta en escena  dentro de una galería. Caminábamos por la sala y no podíamos escapar a percibir el tiempo como si estuviera suspendido. Ahora sabemos que estamos dentro de un plató en el que no se está rodando nada, en donde los actores y el equipo ya no están presentes. Camino por la sala y no hay nadie (lo que tampoco ha de sorprendernos, al fin y al cabo, es una galería de arte), y sin embargo, en esta ocasión se hace significativo. Estas salas provocan una sensación similar a esa que se tiene cuando ten encuentras en la calle, en verano, a las tres de la tarde y parece que la gente ha salido corriendo, escapando, como ante una catástrofe y dejando tras de sí todo como estaba, sin tiempo para recoger las cosas y dejarlas resguardadas a la espera de su vuelta. Nada más lejos de la experiencia en Venecia. Allí no era posible escapar de los demás espectadores (era una bienal, claro), y la piscina, por lo tanto el muerto, se encontraba rodeada de un flujo incesante de mirones. Solo era posible contemplar a la gente mirando la muerte del coleccionista. En Venecia, el goce de mirar y la curiosidad perversa como único pretexto era evidente, en esta ocasión, sin poder seguir las miradas de los otros, es la puesta en escena presente en ambos casos, la que aparece.

Si hace dos años se nos daba la posibilidad de inmiscuirnos en la casa de este hombre y rebuscar, enfrentando su cuerpo viejo y cadáver (de duradero latex) a la orda cotilla de visitantes, hoy nuestro muerto se enfrenta a la presencia del lánguido y pasivo joven, enfermo de belleza hipertrofiada y de ser una hipérbole de sí mismo, ostentando eso que se llama cuerpo clásico y vaciado en escayola. En ambos casos, es a pesar del público, o precisamente por él, que en la obra de Elmgreen & Dragset el cuerpo es testimonio de lo que se ha ido escribiendo en él a lo largo de la historia. Pero hay que decir también que hay humor en sus instalaciones. Es divertido pasear por las salas y jugar al juego que proponen, al teatro, en donde no queda muy claro donde empieza lo superficial y donde el cliché, la manera, o si es que finalmente, todo lo es.

LO QUE YA NO ES REAL

EL EFECTO DEL CINE
Ilusión, realidad e imagen en movimiento. Realismo.
CaixaForum, Madrid
Del 28 de enero al 24 de abril de 2011

LO QUE YA NO ES REAL
Virginia Lázaro Villa


Tras este nombre pesado y largo se esconde una muestra de videoarte en la que se ha recogido el trabajo más o menos reciente de ocho artistas. Nombres como Julian Rosefeldt, iIsaac Julien, o Runa Islam figuran en el elenco de artistas.

Ya resulta costoso, por muy devoto de las exposiciones o del arte que se sea, acudir a una muestra en donde solo se proyectan videos. Sabemos de antemano que vamos a necesitar dedicar mucho tiempo a la muestra, y que tendremos que hacerlo con otras personas que, como nosotros, tienen usos propios del espacio común. Pero si además el evento se viste con un nombre que lo hace aun más lejano y complicado, solo se consigue provocar una profunda pereza. En este caso, para mi sorpresa, las salas del CaixaForum estaban repletas de gente formando un griterío insoportable. Quizás fuera debido a que las exposiciones son gratuitas, a diferencia del Prado o el Reina Sofía (que solo lo son en determinadas franjas horarias) y mucho menos el Thyssen, otros museos que se encuentran en un radio cercano. O quizás por la imagen didáctica y educativa de la obra social de la Caixa, la conclusión es que, por un bien común, todo comisario que se proponga realizar una muestra exclusivamente de vídeo ha de contar con el sonido producido por los espectadores en vez de limitarse a poner bancos en los que solo caben tres personas, como justificando que esa era la convocatoria esperada.

Retomo el nombre con el que la  muestra nos convoca: Ilusión, realidad e imagen en movimiento. Realismo. Antes de entrar en las salas, y no habiendo leído nada acerca de la muestra no me fue posible imaginar con que iba a enfrentarme. Ilusión y realidad, seguidos del cine es algo que no da pie a imaginar, está muy claro a lo que se refiere, pero subrayar la palabra realismo, eso fue lo que en un primer momento me hizo desconfiar.  ¿A que se referirán con este termino?¿A la pintura de Millet, a la realizada durante la Unión Soviética, a Georg Lebrecht o Arno Breker, cinéma vérité, neorealismo …  quizás a Antonio Lopez y Erice?



Es en mi opinión, un error llamar así a una muestra, con ese nombre que remite a lugares comunes y a teorizar sobre membrillos. Aunque pueda parecer anecdótico pensar en torno del nombre de las cosas, es en realidad reflexionar sobre como las hacemos reales y las dotamos de entidad y sentido, y Si es de una exposición de lo que hablamos, es además la manera en la que  haces saber al publico lo que estas ofreciendo, de entrar en contacto con él y de señalar directamente a los interesados.

Por fin los videos. La muestra propuesta por la fundación La Caixa es en realidad la primera parte de un díptico en forma de exposición. Ésta primera parte, con el ya comentado  nombre Realismo, y la segunda, que podremos visitar en Barcelona durante el mes de Mayo, llamada Sueño (que tampoco considero un buen nombre). Remitiéndome a la hoja de sala, “Realismo aborda cómo el soporte visual puede alterar, no solo la forma de ver la realidad, sino también lo que es la realidad. La segunda parte de la muestra, analiza  cómo los medios, omnipresentes en nuestra vida consciente, evocan unas sensaciones tan vividas, intensas y provocativas como las que experimentamos durante el sueño, y explora las realidades subconscientes.” Me limitare a comentar solo la primera parte de la propuesta, ésta que podemos visitar hoy en Madrid. Literalmente, la muestra quiere hacernos ver, iluminarnos, acerca de como la imagen puede ser falsa y como puede alterar la realidad misma. La fundación La Caixa se ha propuesto demostrarnos la caída de este pilar básico, el fin de la verdad como institución. Por eso es una obra social.

En un momento, éste, en que es más fácil encontrar realidad (o semejanza) en el cine más barato, me parece interesante y casi imprescindible abordar la realidad como construcción. La fundación La Caixa en vez de ésto, nos propone la idea de la construcción de la realidad y lo hace pensando desde el cine, un medio que se basa en crear una ilusión y pasear con ella al espectador por las imágenes y por el mismo hecho de ser una cosa falsa. El espectador de cine sabe que nada existe y es por ello que sigue siendo divertido ver películas. Falso y verdadero son lugares cuyos limites están difusos, en un tiempo en que la vida es Gran Hermano (y me refiero al Reality Show de tv) ya no sabemos bien donde termina lo real y empieza la ficción: vidas reales en directo de personas que actúan de si mismas, transmisiones y conexiones en tiempo real, Internet, skype… Puede que la ficción sea la realidad misma, que la vida sea en la puesta en marcha, en escena, de nuestra propia ficción, y que solo recientemente hemos caído en la cuenta de que las imágenes nos ayudan a desplegar el escenario, a expandirlo. La fundación La Caixa sigue confiando en que la realidad existe, sigue ahí, esperando a que vuelva a ser definida. Nos la presenta como sujeto afectado por la llegada del cine y su recreación de la realidad, sin darse cuenta de que el cine ya no existe como antes y que Internet se ha convertido en el escenario. La realidad misma se ha revelado como construcción, así que ya no podemos esperar encontrarla detrás de algún videoarte.

En definitiva, la realidad es ficción, y ambos son un terreno maleable que podemos manipular e ir construyendo en cada momento. La popularidad de los Reality Shows  en todo el mundo muestra que las audiencias aceptan que lo que están viendo ha sido cortado, montado y programado, pactado, ensayado previamente, improvisado.  También nos lo han enseñado los gobiernos, las campañas políticas, los conflictos internacionales…
Pensar en “como la imagen en movimiento puede utilizarse para divertir, confundir y complicar nuestra forma de navegar por la realidad”, pensar el mundo desde el cine, es algo fuera de lugar y de tiempo.

GOOGLE SIEMPRE VA POR DELANTE

ATLAS ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?
26 de noviembre - 28 de marzo 
Museo Reina Sofía, Edificio Sabatini
Organización: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía 
Comisario: Georges Didi-Huberman

GOOGLE SIEMPRE VA POR DELANTE
Virginia Lázaro Villa

Me resulta tremendamente complicado dilucidar una opinión clara sobre esta exposición. Parece que ante un proyecto como éste, de tal envergadura y tantos años a sus espaldas siempre habrá información básica que te es desconocida. La he visitado en varias ocasiones y siempre me deja la sensación de inabarcable, de excesivamente compleja. Pasear por sus salas realmente provoca la sensación de llevar un mundo a cuestas y de que además te es desconocido, pero más que un mundo de imágenes (con las que hoy día tenemos buena relación) un mundo hecho de teoría. Pero que no parezca apología por las cosas débiles o con intenciones didácticas.

La exposición Atlas es consecuencia del estudio, por parte de Didi-Huberman, del trabajo realizado por el historiador Aby Warburg (1866-1929). No pretende ser una monografía retrospectiva sobre el trabajo de Warburg, y no lo es (para eso ya esta publicado el Atlas al completo). Pretende proponernos un sistema de entender las imágenes, una manera de trabar conexiones íntimas y privadas entre ellas. “Trazar conexiones inconscientes entre las tensiones que se establecen en las imágenes, por las analogías que internas a ellas podemos encontrar”. Ésta fue la propuesta que Warburg nos dejó y que ahora Didi-Huberman tiene la posibilidad de poner a su disposición y desplegarla para pensar las imágenes desde 1914 hasta nuestros días.

Me pregunto por las imágenes que no están. No solo por las pertenecientes al mundo del arte si no por aquellas que precisamente fueron, y están siendo creadas fuera de él. Dentro del archivo que es este Atlas se encuentran, no solo contenidas, si no mostradas en las salas del Museo Reina Sofía, Las Histoire(s) du cinéma de Godard, y resulta extraño pensar el Atlas y las imágenes  concretas que contiene, teniendo tan presente a todas las imágenes que quedaron fuera, alejadas del centro de la diana. Pero que esperábamos, imposible pensar todas las imágenes a no ser que lo hagamos desde su ausencia. Puede que, concretamente la exposición (sin pensar en el catalogo, que parece un tema a parte), se propusiera poner en activo el archivo total y mostrar una parte de él, solo una parte que nos llevara a pensar todas las demás por ausencia. Puede que sea solo la muestra de una posibilidad de orden dentro de todas las demás posibilidades, pero no parece posible pensar las así cosas poniéndolas en un museo, cuyos muros son el limite del espacio donde existen las cosas. Atlas nos propone una manera de pensar el SXX, o más bien, un sistema para pensar el arte y por lo tanto, una manera de pensar los museos que extrañamente no dista nada en absoluto de la que ya conocíamos.

La exposición es larga. No hay duda de que solo es posible sobrevivir, habiendo pasado por todas las obras, si realmente tienes un interés primordial. Además está plagada de textos que nos recuerdan que todo, hasta lo mas pequeño, ha sido pensado y reflexionado y esta allí porque realmente se ha decidido que ha de estar. Es aquí donde aparece la angustia del ignorante, donde solo te queda rendirte ante lo dictado por las cartelas o ignorarlas y ser por lo tanto castigado con la expulsión de la visita. No reclamo papeles explicativos con diseños atractivos al estilo de la Casa Encendida, pero si considero importante hacer notar que los cabos que tiende la exposición para seguir la propuesta curatorial por medio de estos textos solo lanzan al visitante a un abismo de conceptos infinito. Intertextos, sí, pero que no resultan posibilidades abiertas, si no zonas oscuras que bloquean ese imaginario colectivo que pretenden conectar.

Me surgen preguntas con esta exposición, acerca de como evitar que un archivo cosifique aquello que toca, o como convertirlo en algo crítico, con pregnancia, más haya de un sistema de gestión de datos, sobre el publico al que se dirige y el compromiso que pretende con él, sobre la operatividad posible del sistema expositivo de los museos… Atlas es un sistema intertextual para las imágenes del arte occidental del Siglo XX, en eso no hay duda posible. Sirve para pensar las imágenes, no para pensar los museos, pero no es posible hacernos pensar de otra manera en un lugar cuyos códigos son parte de los usos y costumbres más arraigados en nosotros y que ha sido receptáculo de la IMAGEN (así, en mayúsculas). Y más aun, no es posible si las imágenes que se nos ofrecen son las mismas de siempre solo que organizadas de otra manera. Didi-Huberman ha desplegado su mesa de juego, ha puesto las normas sobre la mesa y ha barajado, pero no ha mezclado barajas.

Al margen de la exposición, Didi-Huberman propone pensar sobre “la proximidad entre este trabajo de pensamiento y el trabajo propio de muchos artistas de los siglos XX y XXI  que han utilizado la forma del atlas en la que podemos reconocer una historia de la imaginación humana”. Mas haya de el empleo real de un archivo, Didi-Huberman nos propone entender la historia, la historia del arte, a la manera de los artistas, o mas bien, escribirla bajo este sistema de orden propio del trabajo artístico del siglo XX. Una manera en donde no existen categorías, más hallá de lo que es una cosa según quien sea su compañero mas próximo. Parece que por ahora las imágenes bastardas, que no pertenecen a la historia del arte siguen quedándose fuera del total de las imágenes pero sin embargo, Google nos recuerda constantemente como de mutables son las categorías y las conexiones entre las cosas.

FUERA DE CAMPO

OFF ESCENA: SI YO FUERA...
CABELLO/CARCELLER
Desde el 21 de Enero al 13 de Marzo
MATADERO, Madrid.  Abierto x obras
Colaboran: Centro Penitenciario Madrid-I Alcalá Meco: Galería Elba Benítez, Madrid y Galería Joan Prats, Barcelona: Luz Adriana García, Ana López, Corazón Ortigosa y María Purificación Pulido

FUERA DE CAMPO
Virginia Lázaro Villa

Entramos en la sala, en la escena. Giramos al rededor de la estructura metálica buscando objeto para nuestra mirada. Solo encontramos unas grandes letras blancas, un cubo de pintura caído, una bandera… rastros que nos hacen testigos de que algo ha pasado. Vemos estas señales, las marcas de que algo fue en aquel lugar y que ni estuvimos entonces, ni asistiremos jamás. Damos la vuelta completa y llegamos a un graderío frente al que se encuentra una pantalla y en ella, proyectada, la constatación de que efectivamente algo ocurrió allí, en tiempo pretérito y con total independencia de nuestra presencia.

Parece que como espectadores es nuestro el derecho de habitar las cosas, de verlas en  tiempo real, presente, o más bien, de que nosotros somos parte primordial del sistema de mirada por el cual las cosas existen. En este caso solo nos es posible presenciar el documento, el testimonio de los actos. Nos sentamos en las gradas y cambiamos de rol, somos ahora espectadores de cine y sabemos que nada de lo que ocurra en la pantalla es si no una reconstrucción, una ilusión. Antes veíamos esos rastros como testimonio del cuerpo pasado, ahora son parte de una escenografía y de un guión. Recuperamos en este instante y ante esta pantalla nuestra cualidad de espectadores y la posibilidad de vivir las cosas en primera persona. Off scena, fuera de escena, pasa a ser fuera de campo. Estas mujeres que no son visibles para nuestro sistema social se encuentran de repente habitando un terreno que no les corresponde: han pasado tanto a protagonizar la imagen y ocupar por entero nuestro campo de visión, como ha ocupar el lugar de la representación y configuración de los roles, que es la imagen.

Cabello y Carceller sacan a estas mujeres del fuera de campo, o mas bien, les hacen entrar en la escena y les dan un rol, un papel distinto al suyo, con el que les es posible aparecerse ante nosotros y hacerse visibles, ser reconocidas. Son sujetos en tanto en cuanto están en la pantalla, no en la escena, y por lo tanto en la medida en que son representación  de otra cosa que no son ellas mismas.

Con la obra Off Scena: Si yo fuera… aparecen cuestiones como los límites que nos son impuestos como sujetos dentro de estas sociedades del control que define Paul Virilio, los condicionantes de los procesos de construcción de sujeto en los que nos vemos inmersos (como el genero, la condición económica etc.), pero también aparece la imagen o la pantalla como el terreno de lo real. El lugar en el que las cosas aparecen y ocurren. La escena, el escenario, que presentaban la carne de quien lo habita han quedado atrás dando paso a la pantalla, lugar en donde los sujetos se hacen representación y se multiplican las identidades.

Podemos preguntarnos ahora cual es la pantalla en la que esta obra se hace visible, el Matadero de Madrid, el mundo del arte español… y por lo tanto cual es el fuera de campo de la misma. Si bien Matadero ha hecho posible el trabajo con estas mujeres parece importante pensar a que espectador va a llegar, que alcance tiene más haya de las paredes de la sala de Abierto por Obras y por lo tanto de la escena, la pantalla bajo la que ha sido construida la obra y que la legitima y proporciona identidad. Ampliando la cuestión, que alcance tiene el arte como lugar para la critica manteniéndolo dentro de los parámetros expositivos al uso.


Crítica, pero con humor




Elmgreen & Dragset
Galería Helga de Alvear
Del 20 de Enero al 5 de Marzo de 201

Una de las estrataegias del arte contemporáneo es, sin duda, la crítica. Pero el humor, en esta ocasión a camino entre el cinismo y la ironía, no es tan habitual. Si algo distingue al tándem artístico Michael Elmgreen y a Ingar Dragset es justo eso, una afinada ironía. La ocasión para comprobarlo la ofrece la Galería Helga de Alvear con Amigos, una instalación que nos adentra en una sauna, heterotopia y cliché gay por antonomasia, en la que los artistas escandinavos aprovechan para hurgar en la fractura de las relaciones sociales contemporáneas.

El tándem artístico ha habilitado fielmente tres salas de la galería madrileña a modo de sauna de encuentro: en la recepción un montón de toallas cuidadosamente dobladas y bordadas con el nombre Amigos reciben al visitante, que debe retirar una cortina de metal para acceder al vestuario. Vemos una taquilla medio abierta, ropa sucia en el suelo, y una manzana en la repisa de un lavabo que nos lanza un guiño.

Segunda parada: una puerta medio cerrada (¿Se puede entrar?) nos introduce en una misteriosa habitación bañada en azul: la sauna, heterotopía por antonomasia del mundo gay, y parada obligatoria de cruising. Un enorme Apolo nos recibe exultante mostrando su pene partido, mirando hacia dos urinarios con sus tuberías entrelazadas. Un biombo nos esconde unos pantalones y un calzoncillo tirados en el suelo. No hay lugar a mucha interpretación, alguien se lo ha pasado muy bien con ocasión de la instalación.

Tercera sala. Una escena con el sello de David Hockney nos atrapa: dos tumbonas, El color prohibido de Mishima y una piscina con… ¿Un hombre ahogado? El amante apolíneo ha puesto punto y final al sufrimiento de su amante, ¿O es un suicidio? El aura vintage de la escena se ve turbado por las imágenes de esculturas romanas que retratan a efebos ataviados para la ocasión con shorts y camisetas, al más puro estilo desfile del Orgullo Gay.

En ese momento el visitante no puede más que esbozar una sonrisa. Por la complicidad que los autores han conseguido crear, por sentirse sujeto pasivo-activo en un escenario absurdo por cliché llevado al extremo, y por el giro tan inesperado que ha tomado una instalación a primera vista inocente. El escalofrío, entre humor negro, cinismo e ironía, recorren al espectador.

¿Arte gay?

Es difícil no caer en las etiquetas en la obra de Elmgreen & Dragset, la iconografía gay permea la mayor parte de su obra. Aunque reconocen este marchamo, decir que su obra únicamente habla en esta clave sería menospreciar un trabajo en el que trasluce una reflexión más compleja que una mera etiqueta. El dúo escandinavo disecciona la identidad contemporánea, pero obviamente, no pueden evitar hacerlo desde su propia identidad.

Los urinario entrelazados nos hablan de las relaciones entre dos hombres, pero también pueden reflexionar (y lo hacen) sobre la complejidad y el peso del sexo en las relaciones de compromiso. Igual ocurre con la estatua de un Apolo (sexual a más no poder) de la sauna, imagen característica de la iconografía gay, pero que también nos remite a la imagen del cuerpo eminentemente sexualizado con que nos bombardean los medios de comunicación.

Uno no sabe muy bien hasta qué punto Elmgreen & Dragset se ríen de la iconografía gay o hacen gala de ello, juegan con una ambigüedad muy afinada. Además de una reflexión sobre la identidad del individuo contemporáneo, la instalación establece una reflexión entre el espacio público y privado. El mismo título es una mirada crítica sobre los tiempos, no tan lejanos, en los que determinadas opciones sexuales se ocultaban tras la amistad.

¿Cuánto poso permanece de todo aquello? En la era del todo vale ¿Somos la misma persona en público y en privado? ¿Qué papel juegan los no-lugares en este teatro de las distintas versiones de un mismo sujeto? ¿No nos resulta terriblemente familiar este escenario frío y desarraigado?

La fractura contemporánea

Es justo ahí, donde Elmgreen & Dragset hunden el dedo en la llaga de las relaciones sociales de nuestro tiempo: el individuo se ve arrojado a diario a no-lugares, aislados del tiempo y el espacio, en los que se desarrolla parte de su vida privada, o lo que solía serlo. ¿Cuánto hemos cedido? ¿Cuánto se ha transformado nuestro comportamiento? ¿Nos espera el mismo destino que al pobre individuo de la piscina?

Las heterotopías contemporáneas, la construcción de la identidad, los espacios de intimidad expulsados sin anestesia al desarraigo del espacio público... todos temas recurrentes en la obra de esta pareja de creadores afincados en Berlín, que ya tuvieron ocasión de mostrarnos gran parte de su obra durante la temporada 2009 en el MUSAC.

Similar punto de partida tuvieron trabajos como Prada en la Fundación Marfa (2005), para la que construyeron una tienda de la conocida marca italiana en mitad de la nada del desierto tejano –y allí sigue con los tacones de esa temporada-; o su propuesta para los pabellones escandinavos de la Bienal de Venecia de 2009 –donde ya nos mostraron la piscina y al pobre maniquí ahogado-.

Poseedores de una narrativa con sello teatral, una de sus obras más hilarantes, es la que realizaron con motivo de la última edición del Skulptur Projekt en Münster, Drama Queens, un sketch en el que el Rabbit de Jeff Koons, Untitled de Ulrich Rückriem, Elegy III de Barbara Hepworth y L’homme qui marche de Giacometti, escenifican una variedad de absurdeces de mundo contemporáneo y su traslación al mundo del arte (http://expander-film.de/videos/drama_queens/drama.html).

Al igual que en Amigos, no queda claro si se están riendo de nosotros, de ellos mismos, o están haciendo gala de un postmodernismo de corte gafa pasta. Aunque, en cierto modo, ¿Hay algo más pesadamente postmoderno que adoptar una mirada entre cínica e irónica sobre la propia postmodernidad?


CELIA SIERRA

miércoles, 2 de marzo de 2011

Wax Boys, Drama Queens and Superstars

Maria Mallol González


Amigos

Elmgreen & Dragset

Galería Helga de Alvear

Doctor Fourquet, 12. 28012 Madrid

Del 20 de Enero al 5 de Marzo de 2011


Que son unos gamberros, pienso cuando veo la que han montado Elmgreen ( Dinamarca, 1961) y Dragset (Noruega, 1968) en la galería Helga de Alvear. Amigos es el título de esta instalación que recrea el ambiente de una sauna gay con crimen incluido. A medio camino entre una escena de CSI y una escena de las películas de Bruce LaBruce, el visitante tantea los vestuarios con las taquillas medio abiertas, calzoncillos en el banco y accede a un segundo ambiente en el que hay dos urinarios con los tubos entrelazados y una estatua de imitación griega clásica. Una neblina de vapor lo funde todo, creando el ambiente húmedo deseable. Finalmente accedemos a la tercera habitación: tumbonas, planta palmera y el muerto en la piscina. Este muerto no es un desconocido para el mundo del arte contemporáneo, es un muerto viajero, que empezó sus merodeos mortuorios en una piscina del jardín del pabellón de los países Nórdicos en la última edición de la Bienal de Venecia en la instalación Los coleccionistas (2009). Gamberros, digo, ¿cuál será el siguiente destino de la figura de cera? Me veo una piscina en medio de Trafalgar Square, donde la pareja artística, ganadora del concurso Fourth Plimpton tiene prevista la instalación de una escultura para los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Lástima que ya hayan confirmado que esta vez la escultura será un niño en un caballito-balancín, con el título de Powerless Structure, conectando esta producción con la coherente producción artística de la pareja, que cuestiona en cada obra el contexto social y político en que se sitúa. Volviendo al ex-coleccionista, ahora saunista, muerto en la piscina artificial de la Helga de Alvear me pregunto que se habrán propuesto en esta ocasión. Como su especialidad viene siendo destruir la neutralidad de los cubos blancos de galerías y museos varios para integrar historias con una cierta conexión local entre sus paredes pienso que esta puede ser la segunda parte de los coleccionistas. Veamos la trama de la película: rico y atractivo coleccionista busca artista en galería, ¿le pela el artista por pagarle mal? O, más bien, se trata de recuperar las relaciones humanas como lugar de la obra de arte (Bourriaud dixit). Me siento como un extra en la película, supongo que esto es que, efectivamente, se ha logrado esto de la vuelta a un “paradigma estético” que puede llegar a producir subjetividades colectivas (también Bourriaud). A mí, no sé si me convence, a lo mejor tampoco convenció al muerto.

Toda la iconografía que utilizan, que nos remite indefectiblemente al mundo gay, me hace pensar en las películas de Kenneth Anger, en cómo los referentes varían desde los cincuenta, sesenta a los noventa. Me acuerdo del libro de Juan Antonio Suárez, Bike Boys, Drag Queens and Superstars (University of Indiana Press, 1996) y de cómo el rastro de las vanguardias, la cultura de masas y las identidades gay se cuelan en el cine underground, mayormente neoyorquino, de los 60. Artistas como Kenneth Anger, Jack Smith y Andy Warhol recurrieron a su fascinación por la cultura de masas para la articulación de un mundo gay subcultural y la construcción de sus identidades, deseos y fantasías. Ahora esta pareja de artistas nórdicos están haciendo lo propio, teniendo en cuenta el contexto europeo y de los años 90 cuando empezaron sus andanzas. Digamos que han cambiado las estrellas de Hollywood por una sauna, a Maria Montez por unos boxers de marca. Hay una cierta metodología en sus trabajos, la idea de intercambiar y reemplazar las estructuras, de utilizar esta iconografía con una ironía infinita que provoca una carcajada instantánea que a veces queda congelada. Esto es lo que pasaba, por ejemplo, en la instalación-proyecto The Welfare Show (Serpetine Gallery, 2005) donde la provocación residía en el cuestionamiento de las supuestas bondades de una sociedad del bienestar y las obras rebosaban de cinismo. Los gamberros de Elmgreen y Dragset se dedican a minar al status quo del mundo del arte y de la sociedad consumista posmoderna bajo una apariencia juguetona. En su película Drama Queens (2007) pusieron voz a las esculturas más glamourosas del siglo XX, obras como el Walking Man de Giacometti, los Four cubes de Sol Lewitt o la Caja Brillo Andy Warhol, que se transformaban en divas caprichosas. Fue su particular homenaje al Skulptur Projekte de Münster. Sus obras, muchas con el nombre de “estructura sin poder” juegan a desvirtuar la connotación de monumentismo y piezas maestras del arte contemporáneo, dinamitando tanto el concepto mismo de exhibición mediante el sabotaje del cubo blanco, retratándolo como una convención decorativa y a la vez, consiguiendo que un par de pantalones y calzoncillos tirados por el suelo sean considerados una escultura. La conexión con Duchamp parece patente no tanto por su gusto común por los urinarios, sino por su voluntad de subvertir los preceptos que imperan en los modos de exhibición y los gustos del arte contemporáneo. Son capaces de convertir los Giardini en un vecindario de gente bien. Sabios herederos de la subcultura gay de los sesenta, trasladan la provocación de un motero con pantalones de cuero apretados a unos Calvin Klein arrugados en el suelo de una galería. Si Clement Greenberg levantara la cabeza vería con horror cómo las vanguardias finalmente se han mezclado con lo kitsch y no sólo en LA, sino que en esta mezcla residen algunas de las propuestas más audaces del arte contemporáneo. Gamberrismo, mucho, pero también ironía, mala leche y alguna boutade que nos devuelve a veces nuestra mirada reflejada en esta instalación-trampa. ¿Seguro que quiere ser tomada en serio? A mí me sale la frase estelar con la que el Rabbit de Jeff Koons empieza el Drama Queens: Gott in Himmel… Was ist das? Pues esto, que el descoloque inicial deriva en fascinación inmediata y reflexión posterior, que dada mi predilección por los gamberros y el buen humor hace que disfrute experiencias como ésta, aunque Amigos esté más cerca del divertimento que de la mordaz crítica de The Welfare Show.