martes, 1 de marzo de 2011

If it’s tuesday, this must be CaixaForum


Sara Fuentes Yáñez

Curators: Anne Ellegood, Kelly Gordon y Kristen Hileman
El efecto del cine. Ilusión, realidad e imagen en movimiento. Realismo
Hasta el 24/04/2011 en CaixaForum Madrid





No es martes sino sábado por la mañana y CaixaForum Madrid, levantado por Herzog y de Meuron en un codiciado solar del eje Recoletos-Prado, es tomado por cientos de visitantes que ascienden por la escalera de entrada y se precipitan en las salas.

El catálogo de la exposición no se encuentra a la vista. Me dirijo a la librería y el dependiente me dice que no existe catálogo. La muestra procede del Hirshhorn Museum. Es una itinerancia de relumbrón que cualquier museo trataría con cuidado. Y entonces me empeño en dar otra vuelta y ¡bingo!, lo encuentro. Es la publicación que acompañó a la muestra original, la que estuvo en Washington en febrero de 2008. Está en inglés.

Las comisarias de El efecto del cine explican que el subtítulo, “realismo”, sugiere aproximación a lo real, interpretación de lo real, y no “realidad”, por lo tanto, implicaría la aceptación consensuada de un cierto grado de ficción, de estilización de lo real.

Regreso al vestíbulo y tomo la guía de sala del El efecto del cine, en castellano. Lo despliego. Se trata de un acordeón de postales donde cada postal corresponde con la imagen de las ocho obras de la muestra.
Y mientras me abro paso entre los visitantes, experimento una regresión espaciotemporal. El viaje que en el colegio me causaba más estupefacción era la visita a las Cuevas del águila, para ver la estalagmita con forma de elefante indio.

El prólogo o epílogo de la exposición –según se mire, puesto que el recorrido es un bucle que devuelve al espectador al mismo lugar donde empezó- arranca en una sala pequeña en la que se proyecta la película de super-35 mm convertida a video Lonely Planet (2006) del cineasta alemán Julian Rosefeldt, en pantalla de formato panorámico. El público abarrota la sala. No hay asiento para todos. Salen y entran comentando las escenas, contagiados por la jovialidad de la cinta.
E incluso en esas condiciones las imágenes kitsch que alcanzo a ver, me incomodan. Qué manera de darnos la bienvenida al disneyland de la imagen global. El grado de fantasía y alegría impostadas se me antojan proporcionales a la porra y al uniforme que lleva la vigilante.

Double (2001), que se proyecta en la siguiente sala, de la videoartista estadounidense Kerry Trible, es el verdadero inicio de la exposición. Unas condiciones más adecuadas de lectura favorecen la activación de la obra. ¿Qué es la identidad? ¿Qué me hace ser yo y sólo yo? ¿Por qué la presencia de la cámara disloca la identidad y la transforma en una chaqueta que cualquiera puede vestir?

Sin embargo, en la sala siguiente, la instalación Fantôme Créole (2005) del afro-británico Isaac Julien, nos devuelve al espectáculo vacuo. De nuevo, ni rastro de proyectores. Cuatro films de 16 mm transferidos a vídeo son proyectados en cuatro pantallas alineadas en una sala mayúscula.
La obra de Julien ha visitado los museos más prestigiosos de Europa... sin embargo, en Fantôme Créole, los lugares comunes de la mirada exótica y colonial de la vieja Europa, y en general, la vacuidad de realismo mágico de la propuesta, me dejan anestesiada. Pero el caballero que se sienta a mi derecha afirma que esta película es más bonita que las de Futuroscope.

La exposición continúa con First Light (2005) del asiático-americano Paul Chan. El suelo de la sala sirve como pantalla de proyección de una animación digital. En una narración de tiempo “colapsado”, alterado por fundidos en sombra y en luz, el tránsito desacelerado de objetos y personas que se elevan y descienden por los aires nos hace pensar en un universo desintegrado del que también pudiésemos ser uno de esos pedazos, del pasado, o bien del futuro.

Chan estudió en Art Institute de Chicago y en Bard College. Es uno de los artistas multidisciplinares (también trabaja la fotografía, el vídeo, el teatro y la narración) más respetado del momento.

Tras la proyección de Chan, las comisarias han ubicado la instalación Godville (2005), del artista israelita Omer Fast. Sin duda la obra más sorprendente y estimulante de la muestra, y que merece visitas sucesivas.
Fast se desplaza a Colonial Williamsburg, un parque temático que interpreta el periodo histórico colonial e independentista de los EEUU, que contiene hoteles, museos, atracciones, e incluso un periódico on-line The Virginia Gazette: Today in the 1770s.

Omer Fast entrevista a tres habitantes del ficticio siglo XVIII y los filma en plano fijo, sin intervenir supuestamente en el documental. Un soldado, un esclavo y un ama de casa hablan con libertad en entrevistas individuales sobre sus circunstancias vitales e históricas, pero también sobre sus frustraciones, recuerdos amargos, o sobre la ira que sienten al ser considerados como estereotipos enfocados por una cámara e interpelados por un director de tres al cuarto. El espectador comienza a no saber qué tierra pisa… La ficción temporal es distorsionada por los personajes que reescriben sus ficciones alterando la historia o recargando su biografía. Pero por si aún nos quedaban dudas, el autor-director manipula a los intérpretes en un último giro de tuerca, robando su independencia y voluntad, y les hace decir –mediante el montaje- frases que ni siquiera pronunciaron.
El espectador está a punto de sufrir un brote psicótico… entonces Fast muestra, como unos metros más allá, la realidad del ciudadano con bermudas que ha pagado una entrada por ver el show, no se ha visto interrumpida.

La narración se construye con dos películas de dos canales, proyectadas en el anverso y reverso de una pantalla suspendida en el centro de la sala, que interrumpe el tránsito del espectador, forzándole a que detenga su paso.

Omer Fast, ganador del Nationalgalerie Preis (uno de los premios más importantes de Europa), estudió en EEUU y reside en Berlín. Su trabajo suele consistir en una “documentalización” de la ficción, al introducir la subjetividad y la experiencia real en escenarios ficticios. Es además de un narrador destacado, uno de los videoartistas más relevantes del presente.

New York, New York, New York, New York (2004) del estadounidense Mungo Thomas es una instalación sobre cuatro pantallas dispuestas en forma de cubo que rodean al público de un espacio aparentemente infinito y sugerente, que parecen las calles de N.Y. La sala del museo, como espacio también ficcional, es cuestionado, ya que nuestra experiencia, poco a poco, revela que las pantallas reproducen imágenes de decorados, falsedad y perturbación. ¿Y acaso hay algo más molesto que tener conciencia de la propia alienación?

Mungo Thomas vive en Los Ángeles, como él explica, el “enorme centro de producción de la imagen global”, donde intenta que su trabajo sea de activación de la recepción de la imagen, de resistencia al entretenimiento pasivo de la sociedad mediática.

El vídeo John (2005) del británico Ian Charlesworth, reproduce el trabajo de un director de interpretación (cine, teatro, publicidad) con un joven actor norirlandés al que le pide que interprete el cliché del joven-vehemente-problemático-de-Belfast que los medios acuñaron.

Para terminar, la exposición presenta la sofisticada (y carísima) instalación Tuin (1998) de Runa Islam (Bangladesh, 1970), una artista nominada al premio Turner en 2008. Y anque el proyector de 16 mm encerrado en una hurna y convertido en fetiche, o los fotogramas de Fassbinder, puedan resultar melancólicos y bellos, nosotros dudamos de la conexión de esta obra con la narración de la exposición.


La voracidad del comensal del fast-food aplicada a la sala de cine, y agitada con el ritmo trepidante de circuito organizado, distorsiona la noción de realidad y altera la conciencia.
Como sucedía en la divertidísima película If it’s tuesday, this must be Belgium (1969, Mel Stuart). Un grupo de viajeros visita Europa en un tour de 18 días organizado por una agencia estadounidense. El consumo vertiginoso de países y la superficialidad con la que se enfrentan a esta experiencia, provoca una alteración de su noción de realidad. “Si hoy es martes, esto debe ser Bélgica. Si es miércoles, esto debe ser Roma... Si esto es real, creo que estoy soñando”.

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