miércoles, 2 de marzo de 2011

LA ESCENOGRAFÍA DEL MORBO

AMIGOS. Elmgreen & Dragset. Helga de Alvear

Adrián Silvestre


No, no es una sauna. Pero es probable que más de un despistado haya entrado en este espacio “por accidente”, esperando encontrar algo de sexo clandestino con algún joven efebo y haya visto frustradas sus expectativas al darse cuenta de que se encontraba en una galería de arte. Dado el caso, alguno se reirá, otros permanecerán indiferentes, y otros quizás se enfaden; pero de ningún modo, nadie podrá reclamar el abono de la entrada, porque el acceso es libre y en el mundo del arte, la controversia es un clásico.


Esta sensación de desubicación en los visitantes no es algo accidental, sino que responde a una intención estratégicamente estudiada por los artistas Elmgreen & Dragset (Dinamarca/Noruega) para Amigos, su última instalación para la galería Helga de Alvear, en Madrid. Básicamente, la propuesta consiste en la recreación física de una sauna gay, con todos y cada uno de sus elementos, excepto el tipo de clientela que allí se puede encontrar (aunque el día de la inauguración los artistas no pasaron por alto este de talle y dispusieron de algunos chicos de buen ver, que se pasearon por la sala medio desnudos, indiferentes al público presente).


Para mas INRI, la instalación carece de apoyos textuales que vinculen la propuesta a un discurso artístico, con lo que la ambigüedad está presente desde la misma entrada. De hecho, el propio espacio de recepción de la galería, hace las veces de la recepción de un club erótico para público homosexual, con su cartel de Amigos (que bien podría ser el nombre de una sauna), sus bizarros neones de color rosa, sus programas que parecen flyers, sus toallas de rizo con el logo del local, una indicación de prohibida la entrada a menores de 18 años y una cortina de aluminio que deja entrever unos vestuarios masculinos. Me pregunto cuántos visitantes de Transfer, la exposición de Ángela de la Cruz (contigua a Amigos) se habrán visto tentados de alterar su recorrido…


En los vestuarios, la primera sala, parece que todo está a disposición del visitante para ser utilizado (aunque yo por si acaso preferí mantener las manos en los bolsillos); espejos con secadores de pelo, varios ejemplares de la revista Shangay apilados en el suelo (un clásico en los locales de ambiente), taquillas entreabiertas con ropa de ejecutivo, geles de baño, perfumes y otros productos, chanclas escandalosamente pequeñas, y otras prendas íntimas esparcidas emanando testosterona. No faltaba tampoco un friso de imágenes de desnudos masculinos con el obvio tratamiento pop puntillista y monocromático, que tanto se ha utilizado en el tratamiento de la iconografía queer.


Si tienes la osadía de cruzar el portón blanco que hay entreabierto al frente, y la suerte de caber por el espacio, accedes a la recreación de la sauna de vapor, que salvo el vapor mismo y la temperatura, no tiene casi nada que envidiar a una real. De hecho, no falta humo artificial en toda la sala, simulando el vapor. Este humo, con un suave olor dulzón y teñido por las luces, produce una sensación desconcertante, casi sinestésica. Una gigante escultura helénica ocupa el centro de la sala. Al lado, un biombo que vuelve a invitarnos a cavilar sobre lo que puede haber detrás, y dos urinarios unidos entre sí a través de sus cañerías. Una pieza que alude claramente al Urinario de Marcel Duchamp, probablemente la pieza de arte más influyente del siglo XX. Es curioso cómo una pieza que fue tan escandalosa en su contexto, pierde aquí su carácter transgresor y se convierte en una pieza funcional, perfectamente integrada en el entorno.


La tercera y última sala, sería la más parecida a una exposición convencional, porque aparecen expuestas en las paredes varias fotografías de los artistas, retratando esculturas neoclásicas de Thorvaldsen, medio vestidas con entalladas prendas actuales. Estas piezas van más allá de su función decorativa o contextual, como el mobiliario y otros objetos de la instalación, sino que tienen un papel fundamental en la narrativa de esta ficción; revisando y cuestionando la convenciaonal iconografía gay, que alude constantemente a los mitos clásicos desde la actualidad. Esta sala sería la más parecida al cubo blanco si no fuera por la piscina, donde se encuentra el elemento más significativo en cuanto al carácter narrativo de la exposición. Se trata de un hombre muerto, que yace boca abajo, y que como haría Joe Gillis en El crepúsculo de los dioses (película camp por excelencia), se erige en narrador difunto de la historia, de un misterio por resolver. Aquí tampoco sabemos si se trata de un homicidio, un suicidio, o un accidente. Esto hará al visitante reconsiderar toda su visita y tratar de buscar claves.


Elmgreen & Dragset, eclécticos desde sus inicios, han trabajado con poesía, performance, escultura, y también son comisarios de arte. La recreación casi mimética de ambientes y arquitecturas íntimas o sociales es una práctica recurrente en su trayectoria artísitica, a través de la cual ironizan sobre los espacios expositivos y la interrelación entre arte y entorno. Algunos ejemplos son End Station (2005), una estación del metro del Nueva York, la sociedad del espectáculo en The Welfare Show (2005) o The One & The Many (2010); un edificio de viviendas.


En la Bienal de Venecia de 2009, donde fueron comisarios de los pabellones danés y noruego, recrearon para The collectors la inmensa casa de una familia acomodada, que integraba dentro de sus estancias las obras de los artistas seleccionados. Los visitantes podían adentrarse en la intimidad de los familiares a través de una visita guiada a mano de una supuesta agente inmobiliaria. Esta propuesta fue un claro precedente de Amigos, porque además de convertir al espectador en un voyeur de la privacidad, aparecían ya algunos elementos comunes, como el personaje del vecino de dicha familia, que una vez más yacía muerto en su piscina.


En definitiva, a través de estas propuestas, los artistas desafían las convenciones del arte tradicional, y experimentan con la credibilidad posible en las ficciones artísticas. En el caso de Amigos, la obra alude claramente a un género que se ha forjado a través de tópicos y clichés; el arte gay. Me consta que su discurso es definitivamente crítico y sarcástico, y que ironizan sobre la saturación de iconos absurdos que se han asentado en torno a este colectivo. Sin embargo, pienso que han sabido seducir a los fanáticos consumidores de productos de gays para gays, que no son capaces de captar las parodias y ven en cada cliché un hallazgo y un símbolo de militancia; una estrategia muy inteligente para ganarse la admiración de todos los públicos. En cualquier caso, y queriendo comparar la propuesta con la de Cabello/Carceller por sus evidentes analogías, encuentro la posición de los primeros mucho más honesta, precisamente (aunque resulte paradójico), por la frivolidad y el sentido del humor con el que abordan los temas.

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