domingo, 13 de febrero de 2011

Can the subaltern sing?

Can the Subaltern Sing? - Maria Gil Ulldemolins

Off escena: Si yo fuera...
De Cabello/Carceller.
En Matadero. Paseo de la Chopera, 14. Madrid.
Hasta el 13 de marzo

Se ha intentado encontrar la cuadratura del círculo infinitas veces, a pesar de la imposibilidad que esto representa. En Off escena: Si yo fuera... el equipo Cabello/Carceller intentan lo opuesto: la circulación del cuadrado. La estricta arquitectura de la antigua sala refrigeradora de Matadero se ve alterada por el andamiaje de esta propuesta. Estos andamios ofrecen un escenario, una pantalla e incluso unas gradas, todo dispuesto circularmente en el espacio ennegrecido y frío. Al entrar, el espectador se encuentra encarado al escenario, dónde alguien ha escrito “Pregunta y habla”. Si se sube a las tablas, se puede ver que hay un bote de pintura derramada, una bandera que reza “Sujetos Imprevistos” y un mono de trabajo: restos de lo que sea que haya acontecido allí. Esta primera estación nos dirige diagonalmente al fondo de la sala, dónde uno se puede sentar en las gradas sugeridas y convertirse en espectador de un vídeo dónde cuatro presas acaban cantando y bailando “Si yo fuera rico”. En el vídeo la cámara no para de dar vueltas alrededor del espacio (el mismo dónde ahora está el espectador) y alrededor de las protagonistas (las sujetas imprevistas, suponemos). Ellas también circulan por la habitación e interactúan con el montaje metálico. En el vídeo aprendemos que son ellas las que han escrito en el escenario, y suyas las acciones de las que vemos rastros. Al acabar el vídeo seguimos el recorrido y salimos por dónde hemos entrado: cerramos el círculo.

Off escena: Si yo fuera... juega constantemente con esa concepción circular del espacio, el sujeto y el espectador. Inevitablemente, al juntar esta idea de lo circular y el trabajo con presas, el Panopticismo viene a la mente, pero trastocado: en el centro de Abierto x obras no hay nada, y los andamios sugieren que uno no debería ir ahí. Así pues, la posición clave de poder queda inhabilitada por gracia de estas dos artistas. Lo que es más, la parte móvil es la exterior a ese círculo cerrado: ahí transitan los visitantes, las mujeres que han participado en el proyecto y la cámara que las ha grabado. Entonces, ¿se revierten las posiciones de poder? O, poniéndolo de otra forma, ¿can the subaltern sing? Y es aquí dónde se complican las cosas. Parece ser que cualquier efecto es transitorio, dependiente del tiempo. Las presas salen para ser encerradas para grabar este proyecto. Nunca llegan tan siquiera a rozar una mínima ilusión de independencia. En la sala siguen en mayor o menor medida un guión, una instrucción. Sin embargo sí hay retales de libertad en las interpretaciones que nos ofrecen, en el variar la rutina, en el protagonizar algo, en el sentirse necesaria. Y eso tiene que ser, de alguna manera, poder.

El graffitti “Pregunta y habla” hace referencia a la política del “Don't ask, don't tell” del ejército estadounidense. Norma que, por cierto, se acaba de abolir (curiosamente, una de las celebrities que fue más vocal contra esta medida es Lady Gaga, que es también una de las reclusas cantoras más populares del imaginario colectivo contemporáneo). Cabello/Carceller encuentran en el espíritu del “Don't ask, don't tell” una actitud extrapolable a la sociedad en general. Ojos que no ven, corazón que no siente. Pero hay ojos que han visto mucho, y éso no se puede acallar. Encerrar esos ojos es la solución más fácil para evitar que nuestros corazones sientan. Y ahora esos ojos nos miran y nos plantean qué hubieran visto si hubieran sido ricos. En masculino. De todos modos, nada estaba más lejos de la intención de las autoras que despertar pena o hacernos reflexionar sobre los horrores del día a día carcelario, ellas mismas comentan en la entrevista que acompaña la instalación que no querían hacer un trabajo documental en el interior de la prisión. El asunto está más en lo de estar fuera de escena, lo de ser subalterno, periférico (de nuevo un juego concéntrico).

Así pues, pueden cantar las subalternas? Sabemos que Spivak nos señalaba que la cuestión no estaba en el proferir de las que quedan “fuera”, sino en el escuchar de los que rigen qué es “dentro”. Es un poco como eso del estrépito que hace un árbol al caer en un bosque solitario dónde nadie puede oir ése ruido. ¿Hace ruido el árbol que cae cuando no hay nadie para escucharlo? Así, la pregunta debería ser reformulada a ¿escucha alguien cuándo las subalternas cantan? Desde esta perspectiva, parece más fácil indicar que sí. Que las artistas las buscaron para escucharlas, que los visitantes vamos para escucharlas, que los medios reportan cómo se las escucha en esta exposición. Pero me parece a mí que el escuchar está sobrevalorado. Que no importa. Que a lo mejor deberíamos ver si alguien responde. Y en qué consistiría responder es difícil de adivinar. Puede el canto de las subalternas afectar la escena de las que son ajenas? No hace falta decir que el canto de la subalterna no tiene nada que ver con el canto de la sirena. Ni con el de Lady Gaga, por supuesto. Y aunque algun efecto tuviera, es difícil imaginar que las protagonistas de la obra llegarán a escuchar alguna de las respuestas.

De momento ahí están ellas, brandiendo la bandera de los “Sujetos Imprevistos”, recitando monólogos, bailando, cantando su versión sentida del Si yo fuera rico, entre andamios. En un grupo espiado por la cámara, y por el público; cantando en un todo aflamencado, en una estética completamente diferente al de la película, mucho más Brechtiana. Le cantan a la eternidad virtual a la que Cabellero/Carceller les ha condemnado, valga la expresión. Y así esta pareja de artistas circulan el cuadrado, haciéndonos partícipes de este recorrido circular de centro vacío; encerrando en su obra a aquellas que intentaron dar voz por un día, encerrándolas para hablar, para cantar. Encerradas en la libertad que supone un día libre, una sala fría, una grabación. Oximorónicamente libres en el centro de la periferia artística.

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