miércoles, 16 de febrero de 2011

REORGANIZAR LA MEMORIA


ATLAS, ¿Cómo llevar al mundo a cuestas?

MNCARS


¿Existe la posibilidad de construir un itinerario iconográfico de la memoria europea sin axiomas, jerarquías ni catalogaciones preestablecidas que limiten nuestra mirada? ¿Qué ocurriría si abriéramos nuestros sentidos al mundo de lo sensible e interpretáramos la Historia del Arte de manera alternativa?


Esa fue la voluntad del historiador alemán Aby Warburg (1866-1929), que durante cinco años trabajó en el proyecto Atlas Mnemosyne; una fascinante colección de imágenes heterogéneas a través de las cuales narraría la historia de la memoria europea, sin palabras. Warburg proyectaba una narración extraverbal, tratando de descentrar la logofilia de la cultura europea, ya que sus viajes y lecturas antropológicas lo habían convencido de que las imágenes emergían en cualquier contexto y sin responder a una dialéctica auto consciente de la tradición. Con un orden azaroso (en apariencia), distribuyó estas imágenes sobre setenta y nueve paneles móviles de tela negra.


Aunque Warburg murió dejando su obra inacabada, su legado ha sido protegido y divulgado por el Instituto Warburg; un centro de investigación asociado a la Universidad de Londres, enfocado en el estudio de la influencia de la antigüedad clásica en todos los aspectos de la civilización europea. Recientemente, el filósofo e historiador del arte Georges Didi-Huberman (su heredero intelectual que ya escribió sobre éste L’image supervivante, 2002) ha comisariado en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía la exposición “ATLAS, ¿Cómo llevar al mundo a cuestas”, una impresionante continuación de su testamento metodológico, que podrá visitarse hasta el 28 de marzo de 2011.


Atlas es un inmenso cajón de sastre donde obras de innumerables artistas y pensadores contemporáneos se combinan con una sintaxis inusual. Encontramos las más variadas recomposiciones de piezas en mesas y tableros; fotografías, montajes, enciclopedias, retratos, mapas y paisajes conviven en mosaicos posmodernos sugiriendo ritmos discontinuos, imágenes ocultas, desvelando secretos, desenterrando espectros. Una revisión cultural que encierra en el mismo arca prosa y poesía, lo sublime y lo popular.


Huberman ha organizado las distintas salas de la exposición según premisas temáticas, siempre asociadas a esta idea de reescribir la historia; el abecedario (manifestando el conflicto icónico entre lo que se ve y su definición), los niños traperos (el afán por reutilizar lo desechado reflejan mas bien una obsesión hermenéutica), la historia natural finita (cómo la naturaleza genera ornamentos artificiosos), las variaciones de formas (investigación sobre las posibles metamorfosis a través de la variación de un elemento), lámina-tablero, juego-mesa (sobre el troceamiento del mundo y la posibilidad de organizar la memoria sobre una mesa y no sobre una exposición), mapas patas arriba (con obras que proponen juegos alrededor del mapa), Lo que al atlas hace al paisaje (con artistas que han trabajado sobre el paisaje), el paseante de las ciudades, su cámara, sus mil y un puntos de vista (una de las más interesantes, con artistas que archivan documentos sobre la especulación inmobiliaria), imágenes para demostrar el presente (imágenes sobre la guerra y el desastre), etc.


Al igual que los diagramas de Bochner, las obras adoptan distintas formas para producir significados ocultos. Las relaciones van de la analogía figurativa (en la radiante armonía industrial de los depósitos de agua de Bernd & Hilla Becher, la reinvención del viaje a través de las postales de las postales de Alighiero e Boetti o las inquietantes similitudes y semejanzas de la naturaleza en Las formas originarias del arte, de Kart Blossfeldt) al arte combinatorio (las singulares quemaduras solares de Ross, las inquietantes corrientes de humo de Éttiene Jules Marey), o el contraste formal y semántico (no podían faltar los hipertextos audiovisuales de Godard y Farocki, que evidencian al montaje cinematográfico como la herramienta paradigmática de alteración de discursos de nuestro siglo).


Esta exposición está dirigida a un espectador inteligente, que además de tener el tiempo y la predisposición necesaria para observar cada una de las particularidades que no se aprecian en un vistazo general, sean capaces de refutar las premisas aprendidas y trazar nuevos caminos hacia una forma de pensar en imágenes. Si bien estoy diciendo que sea una muestra exclusiva para eruditos, creo que sí obtendrán un mayor disfrute aquellos que sepan establecer conexiones intelectuales que impliquen conocimientos interdisciplinarios (políticos, antropológicos, psicoanalíticos). Los instruidos en las distintas corrientes culturales y artísticas del siglo XX podrán leer transversalmente, profundizar en los discursos y captar los síntomas latentes.


No obstante, creo que el intelecto no es la única clave para entender esta exposición. No es casual que las imágenes prevalezcan a los textos; hay una clara alusión a la intuición y a la imaginación, aunque esta sea personal, subjetiva, fragmentada, y a veces pueda engañarnos. Al saber también se accede por caminos que no son racionales ni inteligibles. Si para Platón el mundo sensible era una copia defectuosa del mundo inteligible, para Warburg y Huberman, es posible encontrar un conocimiento verdadero a través de lo imaginario, lo volátil y lo temporal, sobre todo en el mundo contemporáneo, constantemente dislocado.


El debate más interesante que surge a partir de una propuesta con esta naturaleza habla de la necesidad de trabajar con el archivo. Las críticas al archivo son casi tan antiguas como éste, que ya en el Renacimiento apareció con la voluntad de contener cierto estado del mundo. Algunos filósofos como Foucault y Certeau han definido el archivo como algo construido, censurado y con lagunas, y han criticado las clasificaciones por ser estas interpretaciones, carentes de neutralidad, que inducen ciertos efectos hermenéuticos. Buena prueba de ello es esta exposición, donde muchas de las obras son síntoma de una obsesión hermenéutica que roza el fetichismo. Sin embargo, si queremos seguir revisando la historia del arte, es necesario trabajar con el archivo, relativizando, y aceptando un margen de arbitrariedad; que hay un sinfín de conexiones posibles y que el azar desempeña un papel fundamental en la configuración de una muestra tan ambiciosa.



Adrián Silvestre.

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