domingo, 27 de febrero de 2011

CLUEDO EN LA GALERÍA

Maria Gil Ulldemolins

Amigos

de Elmgreen & Dragset.

En la Galería Helga de Alvear

del 20 de enero al 5 de marzo de 2011.

Todos hemos jugado una tarde de domingo cualquiera (las bicicletas pueden ser para el verano, pero los juegos de mesa son definitivamente para las tardes tontas de domingo) al Cluedo, ese juego cuyo tablero es el plano de una típica mansión británica, donde típicamente se ha cometido el típico crimen con un clásico planteamiento tipo “el asesino es uno de nosotros”. No hace falta decir que lo que sigue es un proceso de acumulación de pistas y sus correspondientes deducciones que nos llevan a esclarecer el asesinato especificado en un sobrecito negro. Parte del éxito del popular juego Cluedo es su teatralidad, su agathachristiedad. Este punto de partida de aire narrativo es bastante parecido a la propuesta Amigos de Elmgreen & Dragset. Entramos en la galería y en la recepción nos saludan, muy educadamente, detrás de un mostrador donde encontramos toallas con el logo “Amigos” bordado en ellas, al lado de las cuales vemos una caja de metacrilato a modo de escaparate que muestra distintos artículos (creo haber visto tapones de las orejas y algún tipo de crema). En la pared, un póster con un par de efebos griegos cruzados de nuevo con la palabra “Amigos” en neón fucsia. El tablero acaba de ser desplegado delante nuestro y nosotros acabamos de entrar en este juego tan cómico como macabro.

Al cruzar una cortina de cadenas metálicas (¿hay sitios realmente decorados con esto?), el residuo de galería que aún intuíamos en la recepción desaparece. Espejos, más imágenes de efebos (como dirían los de Muchachada Nui, los hay “ a cholón”), una banqueta arquetípica de vestuario y las inexcusables taquillas. Y, obviamente, las pistas. Un bote de lubricante (de tamaño obscenamente grande, osaría decir que de tamaño “familiar”), alguna camisa, calcetines sucios (¿cómo se ensucian unos calcetines para exponerlos? ¿Los artistas los llevan puestos muchos días (estaban realmente sucios)? ¿Se frotan con carboncillo?), una pila de revistas Shangay, una manzana (hay que ver lo que dan de sí las referencias bíblicas). Tal y como se dice, la policía, que no es tonta, ve una colilla y piensa “aquí se ha fumado”. Si se sigue recto encontramos una sala/lavabo/sauna donde un majestuosísimo machote griego de piedra recibe orgásmicamente una transfusión de sangre. Inquietante. Regresamos al vestuario y accedemos por la puerta lateral a la sala de la piscina. Más efebos retratados (esta vez con shorts o camisetas ajustadas). Dos tumbonas. Un libro a medio leer. Y, ah sí, el cadáver. Un hombre flota bocabajo en la pequeña piscina (más recreacional que olímpica). En el fondo de la misma, una caja de cigarrillos y un reloj. Al borde se han quedado unos zapatos negros inmaculados con los calcetines (más limpios que los anteriores) guardados dentro. El cadáver lleva los pantalones arremangados, como si su intención hubiera sido sentarse a chapotear los pies. ¿Suicidio? ¿En una piscina de una sauna gay cuya profundidad es posiblemente de menos de un metro?¿Infarto inoportuno?¿Asesinato? En tal caso, ¿Quién es el asesino?

El trampantojo en el que nos hemos encontrado funciona. Primeramente, satisface cierta curiosidad malsana a los que nunca hemos tenido la oportunidad de visitar las saunas gay que vemos asomando en edificios cualquiera. Segundo, nos engaña y nos lo deja saber: esto es una fantasía, y las tuberías anudadas de los lavabos o la estatua con la transfusión hacen chirriar la verdad para alertarnos (la instalación tiene una cierta capacidad onírica). Tercero, nadie se resiste a la invitación a un relato negro: la apuesta causa una inmersión absoluta al cruzar las cortinillas metálicas. Es como si alguien le hubiera dado al pause en una película y le hubieran dejado a uno saltar dentro y pasear por ahí. La meta-realidad sugerida por este equipo creativo danés tiene, además, el encanto de una cierta sorna sin tornarla en algo banal. Por ejemplo, la referencia a la sangre me lleva a pensar inevitablemente en el VIH; y las referencias helénicas resultan cómicas pero tiene su efecto reflexivo. Estas estatuas de chicos griegos son parte innegable del imaginario gay (de hecho, encontramos en la mitología griega referencias homoeróticas con Zeus de protagonista, y busquen ustedes un sugar daddy más grande que Zeus). No es baladí que uno de sus investigadores más dedicados fuera el historiador del arte Johann Joachim Winckelmann (1717-1768), quién encontraba en ellos un ideal erótico censurado en sus tiempos, y permanece ahora como uno de los pioneros de la estética gay. Y sí, Winckelmann fue asesinado también.

Elmgreen & Dragset gozan de la capacidad de reflexionar acerca de la condición humana. Puede sonar grandilocuente, pero ellos consiguen hacerlo de una manera contemporánea y comedida a pesar del tamaño que gastan en sus instalaciones. Vemos las estatuas apolíneas, pero nos damos cuenta de la idealización y el deseo que implican en contraste con el cuerpo ajado que flota en el agua. Encontramos los peldaños de la sala de sauna vacíos, invitando al encuentro, pero justo delante tenemos el tipo marmóreo y la bolsa de sangre (el carpe diem puede tener su lado oscuro). El neón rosa y kitsch que reza “amigos” choca con el cadáver... La misma habilidad para reflexionar sobre la pequeñez de lo majestuoso (y viceversa) se puede apreciar en su obra para el Fourth Plinth de la plaza Trafalgar de Londres: una heroica estatua gigante de un niño montado en un caballo de juguete, todo dorado.

Finalmente, también resulta digno de mención el trabajo espacial de la obra que nos concierne; el espacio como elemento definitorio de la identidad, el cliché arquitectónico y decorativo como moldeador de las vidas que acontecen en su interior. Las relaciones que surgen en los espacios, las dinámicas que suscitan. La ficción ambiental ha sido trabajada por estos artistas con anterioridad, siempre con un acento surrealista (End Station, The Collectors, The One & The Many, etc.); y resulta una estrategia inteligente. Nos encanta ver las casas de los demás para ver cómo son, y estas instalaciones son, a pesar de las fantasías, convincentes. Ahora sólo queda averiguar si el reverendo Green, el profesor Plum o el coronel Mustard vienen por aquí a menudo.

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