lunes, 21 de febrero de 2011

En torno a una icono(geo)grafía

Atlas

¿Cómo llevar el mundo a cuestas?

26 de noviembre 2010-28 de marzo 2011

comisariada por George Didi-Huberman

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Gema Melgar


No parece casualidad que Atlas se haya inaugurado en el mismo edificio Sabatini apenas una semana después de que lo hiciera la nueva reordenación de la colección del Museo Reina Sofía. La conexión se hace evidente después de visitar ambas exposiciones: Atlas habla precisamente de los procesos de ordenación de imágenes, de la asociación de recuerdos de manera inconsciente y de cómo los artistas juegan con estas cuestiones, ensamblando una composición que transmite significado porque reconocemos en ella algo que nos afecta.

La investigación de George Didi-Huberman (Francia, 1953) se nutre de los textos de Platón, Foucault, Freud, Benjamin, Sartre, Borges, Nietzsche o Panofsky entre muchos otros (como el mismo nos deja ver en su bibliografía física al final de la exposición), y recibe influencia directa de las ideas de Aby Warburg, en especial de su proyecto Atlas Mnemosyne (1924-29), donde Warburg intentó escribir la historia de la civilización europea solo por medio imágenes.

El debate de cómo entender la historia del arte siempre ha estado ahí, Arnheim apuntaba ya en su ensayo Art and Thought de 1968: “pensar necesita de imágenes y las imágenes contienen a su vez pensamiento” . ¿Cómo enfrentarnos pues a la dificultad de interpretación de las obras de arte, a la falta de palabras para expresarse? ¿por qué registrar la historia por medio de textos escritos cuando nuestro cerebro no ve palabras si no cosas?¿Por qué no omitir los textos y dejar sólo las imágenes, como si de un jeroglífico egipcio se tratara? ¿acaso no poseemos todos la misma capacidad para entender un discurso exclusivamente iconográfico? De igual manera otros como Godard ya se habían planteado la cuestión, por qué escribir una historia del cine si tenía más sentido desarrollarla como collage de planos de películas. En el siguiente paso, una vez se ha llevado a cabo la selección colectiva, nos enfrentamos al dilema de cómo saber si dilucida de forma clara lo que queríamos transmitir, si ni el emisor ni el receptor pueden expresarlo en lenguaje hablado. ¿Podríamos sacar conclusiones a partir de otro tipo de señales?

Atlas plantea un ejercicio sobre estas cuestiones y construye un ensayo visual que nos acerca a la manera de pensar y comunicar de un artista, mostrando sus métodos de asociación. Quizás sea éste uno de los puntos fuertes de la exposición, el lograr que el visitante afronte directamente estos planteamientos; que el Atlas se entienda como una mina de conocimiento, donde se ha de excavar para encontrar las claves que respondan a las preguntas existenciales que la raza humana se viene haciendo desde sus orígenes.

¿Por qué unos sí y otros no?

Partiendo de los Disparates y Desastres de Goya, paseamos a través de las diferentes salas donde el comisario, en colaboración con el director del museo, ha ido agrupando las obras con el objetivo de intentar dibujar un mapa que ilustre el pensamiento artístico en la modernidad. Podríamos hablar de caprichosa selección, pensar que faltan muchos o no compartir la conexión entre algunas obras que comparten sala, el desacuerdo es en mi opinión, parte de la exposición. Me refiero a que se podrían crear infinitos Bilderatlas, pero en esta ocasión el que se nos presenta es el de Didi-Huberman. En la introducción al catálogo de la muestra se habla de “la posibilidad que se ofrece al visitante de crear su propio montaje”, “libre de imponer su propio deseo en lo que ve”, lo que me resulta un oxímoron en cierta forma ya que, “lo que ve el visitante”, es el criterio de selección del comisario, de ahí que “nuestro montaje mental” quede sometido al comisariado previo.

La estética de la exposición, intencionadamente archivística se graba en mi memoria visual más que cualquier imagen concreta: el blanco y el negro, la documentación, las vitrinas, los dibujos, las fotografías, pero sobre todo ese tono amarillento del papel que ha sufrido con el tiempo, pareciera querer transmitirnos la falsa idea de que no podemos recordar color.

Por esta razón entiendo el propósito de Atlas ¿cómo llevar el mundo a cuestas? sobre todo como un libro, una publicación que conservar para que con el paso de los años, una vez haya adquirido los tonos característicos de papel histórico, se incorporé al concepto visual de las imágenes que lleva dentro.

El tiempo recobrado, las lágrimas perdidas.

Didi-Huberman pone de manifiesto su intención de desmantelar la historia para poder (re)ordenarla y explicita su deseo de encontrar modelos alternativos de documentación para narrar el pasado. Este intento de “ver el tiempo” es un concepto que Proust desarrolló brillantemente en su heptalogía “En busca del tiempo perdido”. Al final de El tiempo recobrado (1927) Marcel reflexiona: cuando la memoria introduce el pasado sin modificar en el presente, el pasado exactamente de la misma manera que cuando fue presente, suprime la posible dimensión de el Tiempo, la misma en que la vida es vivida. (...) esos momentos son los que me hacían pensar que merecía la pena vivir la vida”.

Considero necesario advertir al visitante que, para llevarse lo mejor de Atlas hace falta tiempo, volver varias veces, para detenerse y pensar, deleitarse en el encuentro íntimo de uno mismo con las obras y reconocerse o al menos reconocer algo genuinamente humano, algo inherente a nuestra naturaleza en ellas. Recuerda esta sensación a la belleza de lo frágil, lo significativo de lo cotidiano, como esas pequeñas flores que nacen de manera espontánea en los márgenes de los caminos. Es emocionante ver que esta aproximación “en bruto” a la obra funciona de manera sutil, proporcionándonos una experiencia sublime, dejándonos sin habla. Sintiendo no solo el sudor de llevar el peso del mundo en nuestros hombros sino también, de acuerdo a Leonardo da Vinci, ver brotar algunas lágrimas de felicidad desde el corazón. (Da Vinci afirmaba en sus Cuadernos que las lágrimas brotan en el corazón y suben desde ahí al cerebro a través de unos canales que comunican ambos).

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