lunes, 14 de febrero de 2011

POLÍTICAS Y POÉTICAS


Off escena. Si yo fuera rico...Cabello/Carceller.

Matadero de Madrid.


Adrián Silvestre


Sé que Abierto por obras es un espacio expositivo, porque así lo han definido con anterioridad. Sin embargo, entro en esta antigua cámara frigorífica de gigantes dimensiones y el desconcierto es inevitable. El espacio, inmenso, lúgubre y de estructura ordenada y racional, no presenta ornamentación alguna, aparentemente tampoco elementos textuales ni visuales que orienten la visita, tan sólo varias vigas y muros quemados, al desnudo, y en el centro un elemento principal que focaliza toda la atención; una gran estructura de andamios cuya función no queda muy clara. En su lado frontal, dicha estructura toma forma de escenario desorientado, que mira a una de las esquinas. Sobre éste, un cubo de pintura y una pintada, “pregunta y habla”. Me da la sensación de que ha tenido lugar algún tipo de performance, y he llegado demasiado tarde, pero al rodear el andamiaje descubro que hay unas gradas donde puedo sentarme y visionar una proyección; un testimonio vivido de la misma experiencia, el paso de otros personajes por esta misma sala.


Esta vez, las que se encierran (al parecer voluntariamente) son cuatro internas del centro penitenciario Madrid I- Alcalá Meco. La cámara frigorífica ya no es una sala de exposiciones, sino un espacio para la construcción ficcional. Las chicas, objetos de dicha ficción, se hacen preguntas sobre la naturaleza del lugar (¿están en una cárcel?), y con respeto y curiosidad se adentran en el espacio, dominándolo progresivamente, explorando cada rincón y haciendo uso de sus elementos.


Resulta desconcertante cómo el lenguaje visual con el que está narrada esta exploración se aleja totalmente de la sobriedad habitual del estilo documental, presentando una planificación de depurada estética cercana al cine de ficción; travellings fluidos, panorámicas, movimientos circulares, encadenados, e incluso elementos del teatro de entreguerras y del cine musical hollywoodiense (cantarán una y otra vez el leit motiv: “si yo fuera rico”, de la película El violinista sobre el tejado, un cuestionamiento económico, pero también de género). Una concepción visual que encierra una paradoja: cuanto más ficcional parezca la puesta en escena, más real será; una máxima que plantean Cabello y Carceller como estrategia para abordar y cuestionar el concepto de realidad.


Las artistas dislocan el modo de mirar la narración, construyendo un relato alternativo. Las chicas se convierten en sujetos imprevistos, y reforzando esta idea, ondean una bandera que reza este enunciado. Sus acciones cobran fuerza en tanto en cuanto son periféricas y quedan fuera de “la escena”. Se evidencia el artificio, se puede ver la fuente musical de la pieza en la misma diégesis (una violinista tocando al fondo), se muestra intencionadamente la desnudez y la imperfección en acciones, canciones y coreografías, así como el proceso de la creación escenográfica (cómo pintaron el mensaje: “pregunta y habla”, una antítesis del lema del ejército estadounidense “no hables, no preguntes”). Estrategias que subrayan la idea de “en construcción”, reforzada en los travellings circulares que recorren el espacio desnudo al final del vídeo, confirmando que el backstage es la principal escenografía.


Helena Cabello y Ana Carceller son dos artistas pluridisciplinares que a lo largo de toda su trayectoria se han preocupado por cuestionar los medios hegemónicos de representación, sugiriendo alternativas críticas y articulando su trabajo en torno a la reconstrucción del género. Su constante voluntad crítica y su necesidad de dar un uso práctico a las teorías resulta imprescindible en el panorama artístico actual.


En torno a los proyectos artísticos que trabajan con la exclusión, es necesario que las instituciones empiecen a pensar en propuestas donde, no sea sólo el artista quien opere en el entorno del colectivo excluido, sino que se permita y apoye a los miembros de éste para intervenir en el espacio museístico, haciéndoles partícipes en el marco que corresponde. En el caso de “Offescena. Si yo fuera…”, este hecho cobra más fuerza cuando se trata de un grupo de presas de un centro penitenciario, donde las normas son más rígidas y la salida de las internas parece mucho menos factible. Pero es precisamente esta salida y este viaje a un nuevo contexto lo que permitirá una nueva perspectiva de reflexión sobre su condición habitual de encierro. Tanto esta descontextualización en sí misma como la experimentación formal con la que se narra contribuyen a construir una poética inusual en este tipo de proyectos artístico-sociales, habitualmente configurada bajo una mirada obsoleta y limitadora. Tal y como defienden las artistas, a estas minorías se les permiten las políticas pero no las poéticas, y es quizás esta perspectiva de investigación lo más interesante de la propuesta, la creación de nuevas poéticas de inclusión.


Sin embargo, bajo toda esta reflexión conceptual y formal, hay una voluntad de denuncia y reivindicación que se manifiesta claramente en el discurso de las artistas pero con menor coherencia en las claves de lectura que ofrece el visionado de la pieza. Me cuesta identificar los mecanismos de aproximación a los sujetos a través de los cuales pueda visualizar su condición, participar de su reflexión, o solidarizarme con su lucha. El texto está plagado de apropiaciones, ideas extrapoladas y mensajes heterogéneos que, si bien quedan todos englobados bajo una voluntad revolucionaria e incluso pedagógica, me da la sensación de que no se someten a una verdad constructiva y unificadora. Es decir; debo suponer que se está reivindicando la libertad de expresión, la construcción de la identidad, la igualdad de género, la denuncia al actual sistema penitenciario, la sociedad capitalista, la cultura patriarcal, los estereotipos del cine convencional, etc. Una propuesta que apunta en demasiadas direcciones y cuyo resultado formal parece un cajón de sastre con ideas muy interesantes pero quizás azarosas e inconexas, configurando un discurso un tanto impreciso.


Esta sensación de ajenidad es recurrente en proyectos donde la parte procesual, que no llega a ver el espectador, tiene el mayor peso. Es posible que el sentido final de la obra se apreciara mejor durante el proceso, y al pasar a la etapa expositiva, haya perdido fuerza, generando esta necesidad de comprensión global.


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