lunes, 14 de febrero de 2011

Lo poético es político

Inés Plasencia Camps

“Off escena. Si yo fuera rico...”

Cabello/Carceller

Matadero. Paseo de la Chopera 14, Madrid. Hasta el 13 de marzo.

Las mujeres presas, recordémoslo, sufren una doble exclusión. Esta denuncia ya pudo escucharse hace unos meses en otra de las salas de Matadero de la mano de Toxic Lesbian y su proyecto “Basura y tensión”. Porque la mujer presa no sólo no ha sido buena ciudadana; ante todo ha sido una mala madre y una mala esposa, y en este bucle de exclusión y en la necesidad de expresarse es donde podemos entrar cuando entramos estos días en el espacio “Abierto X Obras” de Matadero, en Madrid. En este lugar, recordemos, dedicado a obras creadas expresamente para él, las artistas Cabello/ Carceller han realizado la videoinstalación “Off escena: Si yo fuera…”, poliédrico golpe sobre la mesa en torno a los mecanismos que alimentan esta exclusión.

Recordemos también que esta pareja de artistas, teóricas y profesoras, lleva desde los años noventa, momento en el que la teoría queer comienza a calar en España (por aquel entonces, si no todavía, un país “machirulo” y forzosamente despolitizado), indagando en el asunto de la construcción social de la identidad sexual como vehículo de la construcción de posiciones de poder. De esto hablaba, por ejemplo, su obra Instrucciones de uso, de 2004, un vídeo que trataba el tema del cuerpo como un lugar en el que se inscriben las normas de comportamiento atribuidas a su sexo biológico, pero que podrían adaptarse a cualquier cuerpo. Y ese mismo año se pudo ver en la Sala Verónicas de Murcia En construcción, donde un espacio destartalado albergaba dos proyecciones con un significado similar. Recordemos ese campo de batalla.

Con “Off escena: Si yo fuera…”, Helena Cabello y Ana Carceller nos introducen de nuevo en un espacio precario en el que lo primero que vemos al entrar es un gran panel en el que hay escrito “pregunta y habla”, incisiva bienvenida contra el silencio y adaptación contraria de la máxima del ejército estadounidense en torno a la homosexualidad entre sus filas, don’t ask, don’t tell. Ese espacio sólo puede albergar un sistema igual de precario y en él cuatro mujeres, presas que disfrutaron de unas horas de permiso para grabar el vídeo y cuyo trabajo, por cierto, estuvo remunerado, escenifican el encierro en un lugar desconocido, el mismo en el que nos encerramos nosotros para ver una pieza de teatro pobre, de atrezzo y escenografía de aire improvisado. Cuatro mujeres que ondean la bandera de los “sujetos imprevistos” y que no saben qué hacen allí, que parecen esperar a algún Godot mientras repiten cada tanto la famosa cantinela del “si yo fuera rico…”. Mientras recibimos fogonazos de poesía, en ocasiones, eso sí, excesivamente líricos, y apariciones musicales, envueltos en un movimiento recurrente de travelling circular, vamos entendiendo: es la representación de una representación. ¿Cuatro personajes en busca de autor, entonces? Y por qué no: alguien ha de escribir la historia de la exclusión.

Y quien la escribe suele ser, recordémoslo, ese “otro” que mira, que puede estar sólo dentro o fuera. Pero alguien puede intentar escribir el resto. Porque una de las mayores virtudes de esta videoinstalación es la ambivalencia de los códigos que maneja. Cabello/ Carceller son expertas en combinar el arte en su vertiente más poética con su uso político, y una vez más estamos frente a una obra llena de señales y símbolos de la que es difícil no perderse alguno, como en aquel otro video, El beso, de 1996. Un beso, recordémoslo, tras el cual se ocultaban los rostros de dos mujeres escondidas, de dos identidades incompletas y donde eran sendos lunares lo que señalaba lo común, lo compartido. Recordemos también que el círculo en el que se encuentran las cuatro mujeres no es sólo el símbolo por excelencia del arte feminista; es también esa forma en la que parece no haber salida. Las gradas habilitadas detrás del escenario en el que se desarrolló la representación, y desde las que vemos el vídeo, son las gradas desde las que observar el espectáculo de la exclusión, pero al mismo tiempo estamos dentro de éste. ¿Cómo es posible que nos hayan encerrado? Y sobre todo, ¿qué es lo que está “fuera de escena” y quién lo dice?

No faltan, asimismo, alusiones al propio campo del arte, patada al cubo blanco incluida. Recordemos que el vídeo y la instalación fueron disciplinas utilizadas por el arte de las feministas en su lucha por romper con la tradición. Y por supuesto, ese “si yo fuera rico”, que cantado por mujeres hace resonar el género como otra de las piezas que mueven ese mecanismo de exclusión. Entonces, llegados a este punto, recordemos que la exclusión no es doble sino triple: mujer, presa y pobre.

“Off escena: Si yo fuera…” es la metarrepresentación de un mecanismo que puede construirse y transformarse constantemente, como el escenario de la videoinstalación. Un simulacro en el que ya no podemos distinguir la copia del original y en que el “Imperio”, como señaló Baudrillard, intenta hacer coincidir lo real con sus modelos de simulación. Además, el hecho de estar protagonizada por presas (cuya selección tampoco es inocente, pues personifican otros tipos de exclusión derivados del origen, edad y orientación sexual) le da una dimensión añadida al apuntar a un proceso de participación, y por tanto de inclusión. Un momento en el que los roles cambian y en que el protagonismo ya no pertenece a ese “hombre blanco heterosexual de clase media alta” al que esto nunca le habría ocurrido, como una de las mujeres dice al final del vídeo, sino que permite a estas cuatro mujeres actuar e interpretar su propio papel.

Quizá hacer arte político no es sólo remarcarlas, sino especialmente instalarse en las brechas del sistema que lo genera. La pérdida de la libertad es un asunto grave y hay muchas formas de perderla, la más común de las cuales es no poder ser uno, construir la identidad propia a través de la mirada de “otro”… y vaya “otro”. Hay muchas cárceles en las que podemos entrar, en alguna vivimos siempre, pero mirar la de los demás no nos encierra, y en cualquier caso, entre estar dentro y estar fuera, mejor ensanchar las brechas desde dentro. Recordémoslo: lo personal no sólo es político. Lo personal termina siendo colectivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario