lunes, 28 de febrero de 2011

Yo y el mundo o el intento frustrado de aprehender la realidad

Julia Poch

El efecto del cine. Ilusión, realidad

e imagen en movimiento. Realismo

Caixa Forum Madrid.

Del 28 de enero al 24 de abril de 2011

Actualmente vivimos abocados a un mundo de imágenes. En nuestro día a día, circula por nuestra retina una cantidad enorme de fragmentos visuales que se desprenden de la publicidad, de la televisión, de periódicos, de panfletos o de nuestras fotos personales. Nuestra realidad no sólo se constituye a través de nuestra percepción sensorial sino también a través de este torrente fotográfico y audiovisual que nos devuelve la imagen de un mundo la realidad del cual nos empeñamos en aprehender. Y esto es así desde que el sujeto se vio arrojado a éste, constituyéndose como tal frente a lo circundante. Descartes trazó una línea divisoria entre el yo y el mundo, marcando una separación profunda e irremediable entre el sujeto que conoce y el objeto conocido. Desde entonces, han sido numerosos los pensadores que han dedicado sus reflexiones a definir lo real a través de empirismos y racionalismos, realismos y solipsismo, objetivismos y subjetivismos. La exposición El efecto del cine de Caixa Forum utiliza el realismo para sugerirnos lo que ya intuíamos, que la realidad no puede ser representada ni definida ya que, como dice Wittgenstein, el límite del conocimiento del mundo es el límite de nuestro yo.

Desde sus inicios, la fotografía fue vista como un testimonio de la realidad. Si bien tempranamente se entendió que esta realidad dependía de aquel que la retrataba, por el encuadre que escogía, se cree que las imágenes -y aun más aquellas que tienen movimiento y van acompañadas de documentos sonoros- son la manera más fidedigna de comunicar un suceso, de mostrar una situación y de transmitir las características de un lugar. El realismo, como la imitación de lo existente, halla en lo audiovisual la herramienta para acortar la distancia entre el yo y el mundo y en los documentales la culminación de dicho intento. Sin embargo, como nos recuerdan los comisarios de la exposición que nos ocupa, lo cierto es que “el realismo sugiere más bien una mediación o interpretación de lo real, una aspiración a lo real, y no tanto lo real en sí mismo”. La primera proyección, de Julian Rosefeldt, a modo de pleonasmo, nos muestra los entresijos de la grabación de un documental al estilo Lonely Planet en la India. Aquí aparecen numerosos estereotipos relacionados con la imagen que tenemos del otro, el otro como turista o como habitante de un país lejano, a la vez que se nos muestran los materiales técnicos necesarios para recrear esta supuesta realidad documental y al personaje principal como una construcción exigida por el guión.

Lo cierto es que las tecnologías audiovisuales permiten registrar los acontecimientos creando una copia de cada uno de ellos. El peligro de esta situación radica en la falta de capacidad por parte del espectador de tomar distancia con respecto a esta pseudo-realidad, convirtiéndola en la única realidad. De este peligro nos habla Omer Fast en su obra Dogville en la que manipula las palabras de las personas entrevistadas de manera que el espectador es incapaz de conectar con lo que realmente dijo el personaje en el momento de la grabación. A base de recortes y ensamblajes, el discurso del entrevistado nos llega como una construcción deliberada del autor del vídeo. El vídeo-artista nos permite vislumbrar su intervención a través de los múltiples cortes del montaje y de la incoherencia de los discursos. A esta idea de doble realidad nos remite también Kerry Tribe en cuya proyección Double se nos presenta la identidad de una persona como un cúmulo de yoes. De la misma manera que un individuo no constituye una unidad cerrada sino un cúmulo de circunstancias, experiencias y subjetividades, la realidad no es una sino varias. Es decir, cuantos más puntos de vista de un mismo fenómeno tengamos a nuestra disposición, más capaces seremos de elaborar una aproximación cognoscitiva de lo real. En efecto, Fantôme Créole de Issac Julien, nos presenta una obra dividida en cuatro secuencias audiovisuales simultáneas. Nuestra relación con el mundo no es unilineal, de la misma manera que el mundo no es homogéneo sino que se dibuja a través de dualidades, como las que nos sugieren las imágenes: frío-calor, azul-rojo, norte-sur, blanco-negro.

El cine y el vídeo son la traslación de un pensamiento, de una perspectiva de la realidad, en un lenguaje de signos ópticos y sonoros enmarcados en la imagen-movimiento, recuperando un concepto de Deleuze. El artífice de esta construcción de una cierta realidad es un creador y, por lo tanto, su obra es una creación subjetiva y manipulada, un concepto cuya relación con el cine quedaba más clara cuando éste era analógico y su montaje se hacía a través de un trabajo manual de corta y pega. Cuando en la poética obra Tuin de Runa Islam, vemos los raíles por los que circula la cámara y el operador de ésta grabando la escena, la analogía con la escultura La mano de dios de Rodin es casi instantánea. Resulta que detrás de cada proyecto audiovisual se encuentra una subjetividad construyendo un mundo a su antojo. No olvidemos pues que aquello que estamos viendo no es real.

Si la percepción de la realidad no es posible ni a través de las imágenes ni de la subjetividad personal, entonces deberíamos tal vez aceptar las palabras del Segismundo de Calderón de la Barca: “toda la vida es un sueño, y los sueños, sueños son”. Tendremos que esperar unos meses para comprobarlo en Sueños, la segunda parte de esta exposición que se mostrará en Barcelona.

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