lunes, 21 de febrero de 2011

REALIDADES OMBLIGADAS

Maria Gil Ulldemolins

El efecto del cine, Realismos
CaixaForum, Madrid
Hasta el 24 de abril

Cuesta ser, últimamente. Se habrán dado cuenta que hoy en día uno ya no "es". Hemos aprendido que todo son construcciones. La raza, el sexo, la nacionalidad, el estado civil. Todo ha resultado ser un lego metalingüístico. Y según nos hemos ido dando cuenta de lo relativo que es aquello que llamamos realidad, hemos ido reflexionando sobre ello. No es de extrañar, pues, que los artistas tengan algo que decir al respeto. El efecto del cine, Realismos, es la mitad de una exposición que quiere reflexionar acerca de los límites de lo que entendemos como realidad, y también tantea la creación de nuevas realidades. En la muestra encontramos ocho proyecciones, vídeos, o instalaciones, que prueban ser un medio útil y directo para proponer que el espectador entre en el juego planteado. La exposición no se limita a presentar las obras, sino que se plantea también cómo las presenta, y cómo interactúan con el visitante. De esta manera tenemos desde el clásico cubículo con pantalla y banco, hasta pantallas que atraviesan el espacio en diagonal y muestran proyecciones contrapuestas, de manera que no podemos ver ambas a la vez. El diseño expositivo ayuda a que el reto inicial se reencuentre con elcuestionarse qué es el cine.

La exposición comienza con una obra directa, con sentido del humor, y expuesta tradicionalmente: Lonely Planet, de Julian Rosefelt. En esta película presentada en un loop sin costuras se pueden ver escenas dentro de escenas, como muñecas rusas. Además, encontramos un cierto planteamiento sobre clichés, que son construcciones también. Es una primera toma de contacto amable. La segunda etapa, Godville de Omer Fast, resulta más atrevida, tanto en su planteamiento como en su temática. Fast corta y pega fragmentos de entrevista con actores que entran y salen del personaje que interpretan, creando un caos histórico y narrativo. Viendo la obra, no podía dejar de pensar en las imágenes de musulmanes celebrando el atentado del 11S, que después resultaron ser de otro evento, descaradamente yuxtapuestas a la tragedia. Una de las entrevistadas pronuncia "nada va a ser normal nunca más". Y uno se plantea qué es normal y cuándo es nunca más. La siguiente sala contiene New York, New York, New York, New York, de Mungo Thomson. En cada pared, una secuencia de imágenes del Nueva York de nuestro imaginario cinematográfico. Que resulta ser falso, literalmente de cartón piedra. Vemos periódicos (contendrán noticias reales?), pizzerías abiertas "desde 1980", agencias de viaje que proponen "descubrir África" (cuál, ¿la de las películas?), galerías de arte (¿es el arte hecho para la ficción realmente arte?) o bares abiertos "24hrs". Y nos damos cuenta que esa Nueva York está en Hollywood, y que para muchos es más familiar/real que la Nueva York que está en Nueva York.

A continuación, John de Ian Charlesworth. John es aparentemente un actor haciendo un casting. Pero a estas alturas ya no sabemos si John es realmente un actor o un actor haciendo de actor. De esta obra substraemos la posibilidad de encontrar la ficción en uno mismo ("¿puedes hacer como que te peleas con tu novia?"), cómo una ficción externa (las órdenes del director) pueden obtener una realidad interna (los sentimientos de John). Delante de esta sala está Tuin, de Runa Islam. Otra pieza instalada de una manera inusual (dos pantallas yuxtapuestas con una pantalla perpendicular entre ellas, como una T; aunque la pantalla del medio no funcionaba en el momento de la visita). Las otras dos pantallas muestran una recreación de la película Martha de 1974, revelando la distancia real de lo que la ficción presenta como proximidad.

La siguiente sala era la más grande, donde Fantôme Créole de Isaac Julien estaba instalado. Cuatro pantallas seguidas, trazando una ligera curva, muestran imágenes distintas, que alternan entre grabaciones realizadas en Burkina Faso y grabaciones filmadas en Escandinavia. Aquí nos planteamos el mundo como construcción, el sujeto como ficción y la multiplicidad de nuestra existencia (¿somos la misma persona cuándo viajamos?). En algún momento vemos un cine africano con una lata que contiene Matrix. La realidad ficticia planteada en esa película visionada en la realidad de Burkina Faso resulta curiosa. Me pregunto si los personajes de Matrix verían películas sobre Burkina Faso. La penúltima parada es 1st light, de Paul Chan, una animación digital proyectada en el suelo, como el reflejo de la luz de una ventana. A través de este reflejo somos testigos de escenas apocalípticas de estética de videoclip. Los objetos ascienden al cielo, y los humanos se precipitan de él. El último vídeo, Double, de Kerry Tribe nos plantea algo que creo que hemos pensado muchos: ¿cómo nos veríamos de fuera? Al construirse a sí misma a través de la actuación de cinco actrices, consigue un efecto doble: presentarse ella y, por deducción a las actrices. Aquello que es común es la artista, aquello que difiere es particular a cada actriz.

Esta exposición, originalmente organizada por The Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington, propone ciertamente películas muy variadas y suficientemente inquietantes, que consiguen plantear cuestiones al espectador. Sin embargo, me sigo preguntando qué realismos habían buscado replantear los comisarios. Independientemente de dónde hubieran nacido, todos los artistas residen en Europa o en Estados Unidos, y sólo dos son mujeres. Sin lugar a dudas, seguimos mirando ombligos mayoritariamente blancos, mayoritariamente masculinos y mayoritariamente occidentales. Si las únicas realidades que se nos proponen son de esta índole, ¿es porque Latinoamérica o África o Asia sólo existen en la ficción? ¿Es porque nuestros realismos son tranquilamente heredados por nuestros “otros”? ¿Es porque sus verdades caben ampliamente en las pantallas pequeñas de nuestros televisores? Me parece extraordinario que en ningún momento se haya invitado o buscado artistas que viven diariamente en realidades distintas a las nuestras, con cuestiones distintas, o no, a las nuestras. ¿Acaso no hablaban de “todo aquel que presenta imágenes del mundo, desde los artistas que exponen en museos hasta los usuarios de Facebook o YouTube que publican sus vídeos”? Si realmente buscaban que “estos artistas nos anima(ra)n a reflexionar con espíritu crítico sobre los hábitos que condicionan nuestra percepción de la realidad” deberían haber empezado por cuestionarse cuánto abarca lo que denominan “realidad”. A lo mejor es que hoy en día, con lo que cuesta ser, ya tenemos suficiente con nosotros mismos. A lo mejor, la realidad de los otros sólo cabe en la segunda parte de la exposición, Sueños. Porque, ya se sabe, todo el mundo sueña con la realidad de un tipo blanco occidental.

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