miércoles, 16 de febrero de 2011

El trapero era el mayordomo

Inés Plasencia Camps

“Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?”

MNCARS, hasta el 28 de marzo de 2011

Hay quien piensa que una buena novela es aquella que tiene un argumento fácil (por claro) de explicar. Sin embargo, hay quien piensa todo lo contrario, que desde Tristam Shandy las mejores novelas son las que “no van de nada”. En cualquier caso, me parece que más allá de la trama (esa vulgaridad burguesa, expresión adjudicada por Vila-Matas a Nabokov), de una buena novela se debe poder decir enseguida “de qué habla”. Y si estamos también de acuerdo en que una exposición es un relato, deberíamos poder aplicar ese supuesto.

Georges Didi-Huberman, el eminente filósofo francés, autor de La imagen superviviente, ha comisariado la exposición “Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?”, mano a mano con Manuel Borja-Villel, cuya intervención se hace notar a cada paso. Sin embargo, es la consumación de un proyecto anterior del Museo Reina Sofía, en ese momento bajo la dirección de Ana Martínez Aguilar, y que iba a ser comisariada por Juan José Lahuerta. Pero ¿de qué “habla” esta exposición? Sabemos que el punto de partida es la revolucionaria manera de entender la Historia del Arte de Aby Warburg, uno de los más importantes referentes del comisario, que entre 1925 y 1929 llevó a cabo, aunque nunca terminó, su proyecto más ambicioso: el “Atlas Mnemosyne”, un atlas de la memoria.

En una serie de paneles, Warburg reunió un número de imágenes para reescribir la Historia del Arte, una historia que cobraba otro sentido cuando estas imágenes ocupaban el lugar que, según él, les correspondía. Podían combinarse de tal forma que hablaran de una historia subconsciente de la cultura; incluso juntando imágenes alejadas en el tiempo y en el espacio podrían explicarse unas a otras. En definitiva, Warburg quería escribir una Historia del Arte con imágenes, algo que en cine concibió también Godard en su Histoire(s) du Cinéma y en literatura, cómo no, Perec, que con breves recuerdos escribió la historia de su vida.

De todo esto, en “Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?” se transluce un discurso teórico y una metodología aplicada, que se materializan en las obras (montones de obras) distribuidas temáticamente en salas (montones de salas), cada una de las cuales está dedicada a una idea capital (entre las muchas que podrían haberse utilizado) del arte del siglo XX, cuya relación hemos de reconstruir nosotros. Es decir, la intención, siguiendo la metodología de Warburg, es dejar “hablar” a las imágenes. Aquí empiezan los problemas. Los temas y las obras. Las palabras y las cosas. Si Magritte dibujaba un sombrero y escribía debajo “nieve”, Didi-Huberman dibuja una exposición y escribe un libro. Para entender el libro hay que haberse leído a Nietzsche, a Proust, a Foucault, a Benjamin… y ni aun así. No hay que saber leer; hay que hacer un ejercicio de hermenéutica.

Si se trata de dejar hablar a las imágenes, habrá que darles la vez. De otro modo, lo que ocurre cuando cientos de voces hablan al mismo tiempo, y además lo hacen en distintos idiomas y sobre temas diferentes, es que no entendemos a nadie o, en el mejor de los casos, a quienes más alto y claro hablan. Esto es lo que ocurre con las obras magníficas que podemos encontrar en la exposición que, eso sí, no son pocas. Hablan alto y claro Broodthaers, Marey, Klee, Blossfeldt, George Brecht, Hans Haacke, Gordon Matta-Clark, On Kawara, Giacometti y algunos más. Eso sí, hablarían alto y claro en cualquier lugar. Quedan reducidas a interferencias otras obras de enorme interés y lo peor, las menores parecen más interesantes de lo que son (regalito de postales incluido, yo tardé tres visitas en darme cuenta de que aquello era una obra).

Hay tres ideas principales en la exposición que intentan ser ahogadamente el hilo conductor mientras otras ideas (montones de ideas) nos confunden: el archivo, la mesa de operaciones (sobre la que puede ocurrir cualquier cosa, bien lo dijo Lautréamont, e idea demasiado poco aprovechada) y el artista como un trapero que va viendo, buscando y recogiendo. Ninguna de estas ideas acaba de estar correctamente desarrollada y la culpa la tiene quien haya seleccionado las obras, que es finalmente el verdadero trapero de la exposición.

Y si esto es lo que ocurre con las obras que están, peor es lo que ocurre con las que no están, que directamente gritan. Aparte de las ausencias conceptuales que darían sentido al discurso, particularmente grave resulta que en esa Historia del Arte no hayan tenido cabida ni artistas latinoamericanos (¿tanto mapa para no incluir a Torres-García, que le dio la vuelta?), ni africanos ni asiáticos (con permiso de On Kawara). Parece que las mujeres tampoco tuvieron gran cosa que decir en el arte del siglo pasado (creo que sólo hay una), por no hablar de las feministas. En definitiva, si lo que Didi-Huberman hace es utilizar la metodología de Warburg para reescribir la historia del arte (quizá lo realmente interesante es la idea de que ésta se escribe constantemente), y en cierta manera subsana el abandono por parte del historiador alemán del arte contemporáneo (en aquel tiempo las vanguardias), da la impresión de que habrá que seguir escribiéndola por mucho que les pese a quienes piensen que ciertos discursos ya están trillados.

Todo lo anterior no quita que “Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?” sea una de las grandes y más interesantes propuestas que se han visto últimamente en los grandes museos de Madrid; finalmente una de esas exposiciones llenas de “delitos y faltas” pero exigente y arriesgada. Uno de esos “eminentes” profesores con los que uno se puede encontrar en la Universidad Complutense de Madrid me dijo una vez en relación a un trabajo que le entregué: “Usted no sólo no sabe adónde va, sino que encima toma atajos.” Lo cierto es que esa frase me pareció un halago. Al final arriesgarse puede suponer una estrepitosa caída, pero en el fondo todos sabemos que hay que seguir haciéndolo, sobre todo si uno tiene un museo que va a estar lleno de todas formas. “Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?” tiene un importante peso teórico en el que falla sobre todo la selección de las obras. Eso hace que ese paseo por las salas sea como aquel trabajo: no saber uno dónde está yendo. Que es lo mismo que no poder decir claramente de qué habla la novela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario